El papa Francisco nos invita a renovar y dinamizar nuestro compromiso misionero, en este mes extraordinario de las misiones, con el lema: “bautizados y enviados, la Iglesia de Cristo, en misión en el mundo”.
Las misiones no son solo ejercidas por sacerdotes que van a lugares apartados a predicar el evangelio, sino que todos los bautizados tenemos ese compromiso, que surge de la alegría de sabernos hijos de Dios Padre, hermanos en Jesucristo, llenos del amor del Espíritu Santo. Al acogerlo y experimentar los frutos de ese amor infinito en nuestra vida, nuestro corazón arde de afán porque más personas sean partícipes de esa maravillosa experiencia.
Nuestra tarea se extiende también con los demás bautizados porque podríamos no ser conscientes del maravilloso don de la fe, por no haber recibido formación apropiada, o no dedicarle el tiempo a la oración, o no valorarla lo suficiente, o no vivirla con coherencia, o no acudir a la misericordia de Dios.
Así como no bastaría en nuestra familia terrenal el solo hecho de saber que tenemos padres, sino que necesitamos conocerlos, tratarlos, aprender de ellos, que nos amen y amarlos, igual necesitamos sabernos hijos de Dios, dejarnos amar por Él, conocerlo, valorarlo y comprender que es la fuente de todo bien y nuestra lógica respuesta sería la inmensa gratitud en el corazón, el reconocimiento de su grandeza y el deseo que más personas lo conozcan.
Nuestra principal misión es la de ser instrumentos de fe, esperanza y amor. Tenemos un Dios que nos llama a vivir eternamente felices, se hizo hombre, vino a salvarnos, vivió señalándonos el camino, murió por amor a nosotros y resucitó para que resucitemos con él. No nos dejemos obnubilar por los atractivos del mundo, que se vuelven nada, frente a las maravillas de Dios.
El papa Francisco nos invita a que tengamos ese “encuentro personal con Jesucristo vivo en su Iglesia, a través de la Eucaristía, la Palabra de Dios; la oración personal y comunitaria; el testimonio de los santos, los mártires de la misión y los confesores de la fe… Nos recuerda también que Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, y a la experiencia de su misericordia, por medio de la Iglesia, sacramento universal de salvación (cf. 1 Tm 2,4; 3,15).
Las lecturas de hoy* hablan de la importancia de la oración y de la sabiduría de la palabra de Dios, inspirada para enseñar, corregir, educar en la justicia y el bien y conducir a la salvación en Cristo Jesús.
“Necesitamos aprender a ver el mundo con los ojos y el corazón de Dios”. Seamos misioneros, viviendo y compartiendo la fe, la esperanza y el amor con nuestras familias y comunidades. Cada persona es importante para Dios.
*Ex 17,8-13; Sal 120; Tim 3,14–4,2; Lc 18,1-8