Seguimos preparándonos para el hermoso tiempo de la Navidad y las lecturas nos hacen el paralelo entre lo que anunciaba Isaías y las realidades que se van manifestando con la venida de Jesucristo. 

Todo lo que se manifestó en Jesucristo de manera plena, se puede dar en sus discípulos si nos unimos en comunión a Él; gracias a nuestro bautismo y demás sacramentos, podemos repetir con Él: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido”. Los mayores regalos que nos trae Jesús es darnos a conocer a nuestro Padre y dejarnos su Espíritu Santo en medio de nosotros.

Por eso podemos aceptar en el corazón las palabras de San Pablo: “Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros”.  Oremos, vivamos en la presencia de Dios de manera constante, expresémosle nuestra gratitud por haber venido a hacerse camino, verdad y vida y llevarnos a disfrutar de las maravillas de su paz, amor, misericordia, gozo.

Para disfrutar de los dones de Dios nos dice también San Pablo: “Guardaos de toda forma de maldad. Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas”. No tenemos nada que temer si le entregamos el corazón a Dios, Él nos hace disfrutar de las verdades celestiales desde esta vida terrena con la promesa de la inmortalidad. ¿Qué más podemos esperar?

Nuestra tarea para este Adviento es seguir a Juan el Bautista dando testimonio de la luz, para que todos “allanemos el camino del Señor”, viviendo con austeridad, oración, penitencia, silencio, reflexión para asimilar sus enseñanzas y ponerlas en práctica. 

Tenemos el tesoro de la Palabra de Dios para leerla en esta época tan bella. Leámonos san Lucas de corrido, meditándolo o cualquiera de los demás evangelios y comprenderemos mejor el rostro de un Dios amable, sensible, misericordioso, que nos espera como el padre del hijo pródigo, que quiere que descubramos que tenemos un Padre en el cielo que nos ama, se entregó por nosotros para llevarnos de vuelta a casa.

La fe, la esperanza, el amor son las virtudes sobrenaturales que nos ayudan a mantenernos firmes en la oración, la gratitud y el testimonio. Pidámosle a Dios que cada día las fortalezca más en nuestras almas, porque así nada ni nadie podrá apartarnos del amor de Dios, ni de su hijo Jesucristo que viene permanentemente en una Navidad constante a habitar en nuestros corazones. 

*Is 61,1-2a.10-11; Lc 1,46-48.49-50.53-54; Ts 5,16-24; Jn 1,6-8.19-28

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *