Como es de fácil, especialmente en época de elecciones, radicalizarse y empezar a clasificarnos unos a otros de acuerdo con las ideas y los comportamientos de los demás; podemos pensar que es la forma de vencer, pero no es el camino que nos indica Jesús, que siempre es de resurrección.
Por supuesto que nos tiene que molestar la injusticia, las ideas y acciones contrarias a la naturaleza humana, a la democracia y al bien común, pero en medio de esas contradicciones, la invitación de Jesús es siempre a orar los unos por los otros, perdonar, hacer el bien a todas las personas, independiente de lo que piensan o hagan.
Dios nos da ejemplo primero, desde el inicio de la historia de la salvación, ha mostrado su compasión e infinita misericordia, ha establecido mecanismos de perdón y sanación de nuestras culpas por los pecados contra Él.
Las lecturas de hoy* nos muestran cómo David, quien corría peligro su vida porque era perseguido por celos del rey Saúl, tuvo en sus manos vengarse, pero no lo hizo por amor a Dios y al rey.
San Pablo nos dice que tenemos tanto la herencia de Adán, hombre terreno, como la de Jesús, persona celestial, para ir transformando nuestra naturaleza pecadora e ir configurando la imagen de Dios.
Jesús nos invita a vivir a plenitud las leyes del amor, a encontrar el sentido de nuestras vidas en ese amor expresado a Dios y a los demás, incluyendo a los enemigos. Para aprender, lo primero es recordar el gran amor que Dios nos ha expresado, sus múltiples beneficios y bendecirlo con gratitud desde el alma. Dios no quiere la muerte del impío, sino que se convierta y se salve, para eso Jesús nos da las lecciones más profundas con la entrega de su propia vida para rescatarnos a todos.
Dice Jesús: «A los que me escucháis os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os injurian.”…“ haced el bien y prestad sin esperar nada; tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo, que es bueno con los malvados y desagradecidos. Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo; no juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados; dad, y se os dará: os verterán una medida generosa, colmada, remecida, rebosante. La medida que uséis, la usarán con vosotros.»
No permitamos que por diferencias políticas, odiemos y denigremos de los demás. Actuemos siempre desde la caridad de Dios, orando por los que piensan y actúan diferente, pidiéndole a Dios que nos llene de su amor y sabiduría para discernir y votar por quienes representen mejor la honestidad, la justicia, la prosperidad, la paz y el amor para todos.
*Sam (26,2.7-9.12-13.22-23; Sal 102 Cor (15,45-49); Lc (6,27-38)