En este domingo de cuaresma, el evangelio nos presenta la transfiguración del Señor. Una visión de la gloria de Dios, que hace entender que la cruz es solo el camino, pero la meta es la redención y que conquistemos con Cristo ese cuerpo glorioso y la vida eterna: “su rostro se puso resplandeciente como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve… *
Cuando estemos viviendo una situación dolorosa, difícil o triste, podemos sacar un rato para analizar la realidad con perspectiva de cielo y así podremos ver cómo debemos asumirla de cara a la cruz de Cristo, abrazándola, asumiéndola, pero siempre esperando que nos purifique y ayude a crecer en el amor a Dios y a los demás. Las realidades positivas también pueden ser vividas con perspectiva de redención, viviéndolas sin egoísmo, haciendo partícipes a los demás.
La visión de la eternidad, nos ayuda a relativizar lo pasajero y a valorar lo realmente importante, crecer en el amor y demás virtudes que nos hagan mejores personas, en medio de las realidades cotidianas.
En cuaresma, nos acercarnos a la cruz de Cristo, renunciando a todo lo que nos distraiga o aleje de Él, especialmente al pecado, pero con la mirada puesta en la gloria, que mueve nuestra esperanza, nos llena de bríos para enfrentar los desafíos que nos presente la vida, como camino de purificación.
Tenemos un Padre en el cielo, que nos ama profundamente. Vivir en su presencia, buscarlo en el silencio, nos ayuda a salir de la inmediatez, mirar más profundamente el estado de nuestras almas y permitirle que con su gracia pueda irnos santificando, presentándole nuestras faltas con arrepentimiento, recibir su perdón a través de la Confesión, fortaleciéndonos con la comunión, haciéndonos más capaces de perdonarnos unos a otros y de experimentar al final la resurrección.
Hoy nos dice San Pablo: “Cristo Jesús es nuestro salvador, destruyó la muerte y ha hecho brillar la luz de la vida y de la inmortalidad, por medio del Evangelio”. Repetimos con el Salmo: “Él ama la justicia y el derecho, la tierra llena está de sus bondades. Muéstrate bondadoso con nosotros, puesto que en ti, Señor, hemos confiado. Señor, ten misericordia de nosotros”.
Como personas, familias y sociedad tenemos la oportunidad de ser recreados por el Espíritu Santo si vivimos en su presencia, dejándonos transformar por su amor, escuchando lo que expresó a Jesús: “Este es mi Hijo muy amado, en quien tengo puestas mis complacencias; escúchenlo”.
La visita del Papa Francisco en el mes de septiembre, el vicario de Cristo en la tierra, motiva también nuestra esperanza de crecer en el amor y en la integridad, como comunidad creyente en el Dios vivo, presente entre nosotros en su Palabra, la Eucaristía, la Iglesia y en medio de las personas a nuestro alrededor. ¡Bienvenido Santo Padre!
*Mt 17, 1-9; Ti (1, 8-10) Sal 32