Escuchaba hace unos días una prédica del padre Santiago Martín sobre “la verdad”, apoyado en la frase de Jesús: “la verdad os hará libres” y hacía énfasis en cómo el ser humano siempre ha estado buscando la verdad en todos los campos, pero a veces ha querido desconocerla.

Cuando alguien va al médico, espera que le hagan un diagnóstico apropiado para poder hacer el tratamiento correspondiente. No buscamos que el doctor nos diga algo falso, porque entonces haríamos el tratamiento inadecuado, queremos la verdad y nos jugamos la salud si no seguimos  sus instrucciones. No falta quien no las sigue, porque cree que “a su manera” va a lograr recuperar la salud y quienes por falta de voluntad, actúen en contravía. Por ejemplo, sabiendo lo dañino que es el cigarrillo, continúa fumando. Igual sucede en todos los campos.

Pareciera que en el campo espiritual y moral el ser humano en esta época, quisiera estar engañado. Como si no pudiera aceptar que Dios todo lo que nos enseña es para nuestro bien, para la salud y libertad del alma, lo que, de manera profunda, repercute también en todos los aspectos: físico, mental, emocional, social y  es decisivo para el bien temporal y eterno. Hoy parece que quisiéramos que nos engañen, que nos digan que nada es pecado, en una búsqueda aparente de paz, aceptación de los demás, tolerancia, al mal le queremos llamar bien y al bien lo queremos caricaturizar como “pasado de moda”, “muy conservador”, “extrema derecha”, “intransigente”.

No me cabe en mi cabeza y corazón cómo por ejemplo el alto tribunal colombiano, la Corte Suprema, puede permitir el aborto y ahora, hasta los últimos momentos antes del  nacimiento de un bebé. Es lo más atroz que podemos estar haciendo. Me duele que las mujeres pensemos que tenemos derecho sobre estas criaturas para torturarlas y negarles el derecho a la vida. Eso no es liberación femenina. Eso es esclavitud al pecado más horrible que como sociedad podamos permitir. Eso va en contravía a todas las enseñanzas de Dios y de las leyes humanas. Todo derecho inicia en el de la vida. La vida de cada ser humano es sagrada, la de un bebé en el vientre materno es la más sagrada por su indefensión. 

En las lecturas de hoy*, Moisés enseñaba a su pueblo que lo primero es el Amor a Dios con todas las fuerzas de nuestro ser, al prójimo y a nosotros mismos y recordaba que los mandamientos grabados en el corazón son fuente de felicidad, salud y prosperidad. Jesús con su vida y sus palabras ratificó: “El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. 

Si de veras amamos a Dios, viviríamos en el bien, la justicia y la verdad, esa es la mayor libertad. 

*Dt 6, 2-6; Sal 17; Hb 7, 23-28; Mc 12, 28-34

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