El 7 de octubre de 1561 fue la batalla de Lepanto en la que la flota cristiana triunfó a pesar de estar en grandes desventajas, generando la retirada de la flota musulmana, y todos atribuyeron la victoria al rezo del santo rosario por parte de todos los creyentes, los tripulantes y del papa Pio V, quien lo había solicitado. Siglos más tarde, el papa León XIII, quien fue un gran promotor del rezo del Santo Rosario, insistiendo que se rezara en familia, declaró al mes de octubre el mes del Rosario.
La propia virgen María ha expresado en muchas de sus manifestaciones la eficacia de esta oración, tanto los pastorcitos de Fátima, como Santa Bernardita así también lo confirmaron. Les dijo la virgen: “Rezad el rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra”.
Este año el papa Francisco nos ha invitado a todos los fieles a que, como pueblo de Dios, nos unamos en oración y penitencia rezando el rosario todos los días por la Iglesia para que la proteja del Maligno. Nos ha pedido el papa que al final del rosario incluyamos la oración de León XIII a San Miguel Arcángel y recitemos a la Virgen María: “bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios, no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh siempre virgen gloriosa y bendita”.
El papa Francisco nos invita a rezarla con el corazón, para que lleve la paz al corazón, a la familia, a la iglesia y al mundo. Decía el padre Pio de Pietrelcina: “Amen a la virgen y háganla amar. Reciten siempre el rosario”. “Un cristiano sin rosario es un soldado sin armas”.
San Juan Pablo II nos enseñó también la importancia de esta oración de contemplación de los misterios de gozo, dolor, gloria y luz de nuestro Señor Jesucristo, meditados de la mano de María. Nos identificamos con nuestro Señor, recorremos su camino, sus enseñanzas, su amor por la humanidad, acompañados por la siempre orante virgen María, lo que aumenta la eficacia de nuestra oración.
Recomienda San Josemaría Escrivá que recorramos los misterios metiéndonos en cada uno, como si estuviéramos presentes en las realidades que contemplamos, como un personaje que participa de esas vivencias de manera cercana, eso nos ayuda a experimentar la presencia de Dios quien nos renueva con sus inspiraciones, cada vez que lo rezamos.
Las lecturas de hoy* nos ayudan a reflexionar nuevamente el sagrado sacramento del matrimonio, lo importante que es para Dios la unión familiar, la fidelidad y el compromiso. “Que lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre”. Oremos el Santo Rosario también por nuestras familias para que cada día comprendamos más, el importante papel del hogar ante los ojos de Dios.
*Gen 2, 18-24; Sal 127; Hb 2, 8-11;Mc 10, 2-16