Acercándonos a la navidad se refuerza nuestro gozo y alegría si la vivimos en su sentido espiritual. Si nos quedamos sólo en las manifestaciones externas, en los regalos navideños y las fiestas, a lo mejor tendremos algunas alegrías, pero nos perderemos del verdadero gozo que nos regala el niño Dios.
El papa Francisco nos escribe una carta hermosa sobre el valor y significado del pesebre como un evangelio viviente. Nos invita a detenernos a apreciar el amor, la ternura, la sencillez y la pobreza de nuestro Dios expresados en cada detalle de su nacimiento. Palpamos el calor de hogar que ofrecen María y José, la disponibilidad a lo trascendente de los humildes pastores, la visita de los reyes de Oriente quienes reconocen la grandeza del recién nacido, postrándose y ofreciéndole sus dones.
La vivencia de Dios entre nosotros se eterniza, en el Belén, que significa la casa del pan, es el pan que se deja comer para hacer parte de nuestro ser en la Eucaristía, transmitiéndonos su mensaje eterno a través de la Sagrada Biblia y la vida fraterna de la iglesia.
Al tomar conciencia que Dios nos ama profundamente, lo invitamos a nacer en nuestro interior con gozo, lo expresamos con alegría y servicio y vivimos todas las situaciones, las difíciles y las felices, como fuentes de gracia y bendición que nos ayudan a crecer y a participar de su gloria.
La ternura que inspira un Dios que se hace niño, es algo realmente grandioso, participa de nuestra humanidad para salvarnos, se identifica con todas nuestras situaciones para redimirlas y liberarnos del mal que nos quiere esclavizar. Nos hace partícipes de la construcción de un mundo más humano y fraterno.
Las lecturas de hoy* nos muestran cómo Isaías anticipa la llegada del Mesías como fuente de gozo y alegría: “Dios en persona nos salvará… se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo, saltaremos de alegría y la lengua cantará… volverán los rescatados con gozo y alegría perpetua”.
Dice el Salmo que Dios viene a rescatarnos, a restablecer la fidelidad, la justicia, la liberación. Santiago nos invita a la paciencia, a mantenernos firmes para ver los frutos de la redención, como los labradores esperan los frutos de su cosecha.
Jesús confirma con sus obras que Él es el Mesías, se realiza en Él todo lo que había predicho el profeta. Hoy a nosotros nos ayuda a quitarnos la ceguera para poder apreciar sus maravillas, transforma lo que nos paraliza para actuar conforme al bien, lava nuestros pecados, nos anima a vivir en la gracia, nos ayuda a escuchar y entender su Palabra y nos invita a acogerlo con sencillez y humildad.
¡Muy feliz Navidad, con mucho gozo en el corazón y alegría compartida!
*Is 35, 1-6ª.10; Sal 145; San 5, 7-10; Mt 11, 2-11