¡Qué semana tan llena de grandes celebraciones de contenido espiritual ¡ Empezamos el pasado domingo con la fiesta del Corpus Christi, el lunes el nacimiento de San Juan Bautista, el miércoles San Josemaría Escrivá de Balaguer, el jueves Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, el viernes el Sagrado corazón de Jesús, el sábado el Inmaculado corazón de María y la fiesta de San Pedro y San Pablo.
Mi mayor devoción es el Sagrado corazón de Jesús, para mí, condensa el infinito amor de nuestro Dios, expresado en ese corazón que derramó hasta su última gota por amor a nosotros y que se quedó nutriéndonos en la Eucaristía, acompañándonos con el Espíritu Santo en el Sagrario, permaneciendo con nosotros en todos los momentos de nuestra vida. Es el mismo Corpus Christi que se parte y reparte para llenarnos de sentido la vida. El Corazón de Jesús nos invita a confiar en Él, en todos los momentos de nuestra vida, nos invita a repetir desde el corazón: Sagrado corazón de Jesús, en Ti confío.
San Juan Bautista fue calificado por Nuestro Señor como “el más grande profeta”, el precursor, el que nos prepara para recibir a Jesús. Él nos invita a vivir la templanza, la oración y la conversión para abrirle el corazón a Jesús. Defendió a la familia y a la relación entre esposos hasta con su vida, dando testimonio de lo sagrado que es el vínculo matrimonial para Dios.
San Josemaría, nos enseñó a ser conscientes que tenemos una gran dignidad al ser hijos de Dios, y nos anima a aspirar a la santidad desde nuestro trabajo bien hecho, realizado con pasión y entusiasmo por amor a Dios.
Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, siempre nos acompaña en todos los momentos y muy especialmente en los de dificultad. Mientras vivimos con un hermano secuestrado y otras dificultades, siempre sentimos su manto protector, su compañía, su cobijo. Ella nos acerca a su hijo, nos invita a confiar en Él quien siempre nos escucha y nos da lo que más conviene a nuestras almas.
El inmaculado corazón de María, lleno del Espíritu Santo, manteniéndose libre de pecado, pudo experimentar lo que nos expresa San Pablo hoy*, la verdadera libertad de los hijos de Dios.
San Pedro y San Pablo, dos santos que vivieron su vocación de misioneros, predicadores de las enseñanzas de Jesús, testigos del amor, de la resurrección de Jesús y de la promesa de vida eterna junto a Él. Ambos sufrieron el martirio por amor, llenos de fortaleza y valentía porque tenían una esperanza cierta puesta en Dios.
Aprovechemos todas las riquezas de amor que comparte Dios y su Iglesia con nosotros y disfrutemos el gozo de ser privilegiados testigos de su amor, su misericordia, su perdón, su resurrección. ¡Sagrado Corazón de Jesús en ti confiamos!
Gal 5, 1.13-18