Jesucristo establece el amor como factor prioritario en el Reino que instaura en el mundo y que se vivirá en plenitud en la vida eterna. Él se entregó por la salvación de nuestras almas y nos dio la clave para vivir: “Ámense como yo os he amado”.
El amor es un término que hemos trivializado con el uso y a veces denominamos amor, incluso a cosas contrarias a él mismo. Dios es amor, luego sólo lo que proviene de Él y de sus mandamientos, se le puede llamar amor, lo que vaya en contravía a sus leyes, no es amor, porque lleva al pecado y al peligro de la perdición de las almas.
Lo que nos enseña Jesús es encaminado a nuestra felicidad actual y futura. Cuando elegimos algo diferente a lo que él nos propone, nos hacemos daño a nosotros mismos, o a otra persona o a la sociedad. Las normas que se desprenden de los principios naturales y divinos, no existen para limitarnos, sino para liberarnos de la esclavitud a la que somete el pecado. Nadie es más libre que quien actúa de acuerdo a la voluntad de Dios, porque su voluntad siempre es el bien, la verdad, la bondad, el amor. Es siempre constructiva, edificante, liberadora.
En la primera lectura vemos la valentía y el corazón ardiente de los discípulos que se desplazan a muchos lugares para contar la buena nueva de Jesucristo resucitado. A pesar de que los perseguían y acusaban injustamente, ellos continuaban su labor con coraje, alegría y entusiasmo. Hoy muchas personas continúan esa labor, a pesar de las incomprensiones, persecuciones o que los tilden de retrógrados, siguen trabajando por el reino buscando con amor llevar más almas a la salvación eterna.
Quienes luchan porque se respete el derecho a la vida desde el vientre materno hasta la muerte natural, lo hacen, porque comprenden la trascendencia de toda vida humana. Nuestro papel como cristianos es el de apoyar y amar a todas las personas, teniendo muy en cuenta al que tiene dificultades, vive una injusticia, enfrente algún peligro para su vida o su alma. Nos dice Jesús: “que se les reconozca por el amor que se profesan unos a otros”.
Nuestro Señor sigue trabajando en medio de nosotros, “perseveremos en la fe”, a pesar de las tribulaciones que implica el Reino de Dios. Necesitamos al Espíritu Santo y ser instrumentos útiles en sus manos, para sembrar el bien, el amor, la concordia, la bondad. Dios mismo secará nuestras lágrimas, Él nos dice: “Yo todo lo hago nuevo”.
Hoy recordamos a Santa Madre María Bernarda Bütler, fiel seguidora de Dios, sembradora y constructora de hermosas obras en nuestra querida Cartagena y en su dinámica comunidad de religiosas. Nuestras oraciones y gratitud a ellas quienes siguen mostrando el rostro de Jesucristo resucitado, en su ardua labor por la educación y por la dignidad de los más desprotegidos de la sociedad. Oremos para que la Madre Bernarda nos ayude en esta labor de aprender a amar a Dios y al prójimo como Cristo nos enseñó.
*Hch14, 21b-27; Sal 144; Ap 21, 1-5ª; Jn 13, 31-33a.34-35