Este tiempo especial de la cuaresma, es tiempo de regresar a Dios. La iglesia, inspirada en la Palabra de Dios, nos invita a apoyarnos en la oración, el ayuno, el sacrificio, el silencio, el servicio, la solidaridad. Estos medios nos ayudan a la conversión, volver a Dios con todo el corazón para vivir con mayor sentido de eternidad, unidos al Espíritu Santo, buscando vivir en el bien, la verdad, la libertad, la justicia, la rectitud, el dominio de sí, el gozo, el amor.

Aprovechemos estos 40 días para acompañar a Jesús en su camino de la cruz y así dimensionar el gran amor de Dios, morir al pecado, llegar a la Pascua, participar de la redención, resucitar con Él e invitar y apoyar a muchos a experimentarla también. San Pablo nos dice: “si crees de corazón que Dios resucitó a Jesús de la muerte, te salvarás…con el corazón creemos para ser justos, con la boca confesamos para obtener la salvación”.

El evangelio de hoy nos relata que Jesús fue llevado por el Espíritu Santo al desierto para prepararse, cuando sintió hambre después de 40 días de ayuno, el Maligno lo tentó con las mismas tentaciones a las que nos enfrentamos todos por el apego a las cosas, al alimento, al poder, a la fama. Jesús le responde: “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios; al Señor tu Dios adorarás y sólo a Él darás culto; no tentarás al Señor, tu Dios” La Santa Biblia nos da la sabiduría para responder ante los atractivos del mundo y del maligno que nos disfraza las realidades, para colocarles apariencias de bienes. 

La primera lectura nos invita a la gratitud, a recordar siempre los dones de Dios, hacer memoria cuando sacó a Israel de la esclavitud de Egipto y confiar que así nos saca a nosotros de la esclavitud del pecado.

Las personas, familias, comunidades y países necesitamos revisar nuestras conciencias para ver qué nos puede estar separando del amor de Dios. Los mandatos divinos nos humanizan, contradecirlos, por el contrario, nos degradan. 

Aprovechemos este tiempo tan especial para aumentar el relacionamiento con Dios, orando, visitando el Santísimo, relacionándonos con Él de corazón a corazón, clarificando nuestras conciencias sobre aquellas cosas que no nos hacen bien, ni a los demás. También sería muy provechoso, confesarnos, comulgar, ofrecer ayunos y sacrificios, para salir fortalecidos en el amor y poder irradiarlo a los demás, con entusiasmo, alegría, entrega, bondad, solidaridad y así entre todos, con la ayuda de la gracia, transformemos para bien las realidades de nuestra sociedad.

Que María y José nos acompañen en este tiempo de gracia, para regresar a Dios, acompañando a Jesús en su camino de cruz y siendo restaurados y resucitados con Él. 

*Dt. 26, 4-10; Sal 90; Rm 10, 8-13; Lc 4, 1-13 

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