Aprovechemos este inicio de año para replantearnos nuevas metas que nos estimulen a seguir creciendo y superarnos de manera integral, cada día mejores hábitos, virtudes y valores que repercutan en la salud y mejora espiritual, mental, física y en las relaciones interpersonales; tengamos metas familiares, profesionales y sociales concretas que, asumidas con compromiso y dedicación, nos ayuden a renovarnos permanentemente e influir positivamente en la vida de los demás.  

Como todo cambio empieza en nuestro interior y de allí se irradia, tengamos un estado mayor de conciencia, revisando nuestros pensamientos, sentimientos, propósitos, intenciones, actitudes y acciones para continuamente renacer, rectificar, pedir perdón, perdonar, e irnos alimentando con la gracia para enriquecer más nuestras vidas cotidianas, con trascendencia sobrenatural. Aportemos al desarrollo comunitario aprovechemos que tenemos nuevos gobernantes, quienes plantean nuevas esperanzas de progreso.

Este fin de semana celebramos la Epifanía, la manifestación de Dios a todo el mundo, recordando la visita de los sabios de Oriente y la celebración del bautismo de Jesús. Tenemos un Dios que nos ama, que perdona nuestros pecados, que nos invita a la libertad, a la constante renovación, todo lo que es iluminado por el Espíritu Santo renace de nuevo, se transforma. Si soñamos y trabajamos por cosas positivas, unidos a ese gran socio, nuestro Señor, llegamos hasta las estrellas, como los reyes magos, con los pies sobre la tierra. 

Si unimos nuestra voluntad, decisión, disciplina, trabajo y con humildad nos abrirnos a la voluntad de Dios y a ser instrumentos en sus manos, el cielo es el límite. Jesús sigue transformando a las personas y las realidades que toca, cambios sencillos en el corazón, en el ánimo, en la paz, la alegría, la solidaridad y otras veces cambios sustanciales que generan repercusiones positivas de todo orden. La capacidad de soñar y de ejecutar de los santos, apoyados en su confianza en Dios, poniendo sus panes y peces al servicio del Reino, permite que Dios realice multiplicaciones en los resultados. 

Si queremos un mundo en paz, empecemos por buscar la paz interna que nos regala Jesús; si queremos felicidad, empecemos por revisar nuestras costumbres que favorezcan nuestra alma en sintonía con el Espíritu Santo fuente de la alegría verdadera. Todo lo que queremos para el mundo, empecemos a trabajarlo en nosotros mismos. En nuestro corazón se empieza a edificar el cielo. 

Sigamos siempre a la estrella de Belén y actualicemos nuestro bautismo, reforzando la fe y pidiendo a Dios su perdón y su gracia, para que nos renovemos y renazcamos desde el fondo de nuestras almas. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *