Hay quienes piensan que servir a Dios es algo fácil, pero realmente requiere de docilidad, entrega, desapego, crecimiento permanente, humildad, integridad, coherencia, sacrificio. Estar dispuesto a ir contracorriente con las propuestas del mundo y de tantas actividades y preocupaciones que nos distraen de lo esencial de nuestra vida y de la construcción de un mundo mejor. Requiere voluntad y apertura a la gracia de Dios.
A cada momento estamos tomando decisiones que nos llevan al bien o al mal. Requerimos un constante examen de conciencia para poder reconocer los retos de mejora que tenemos, a la luz de Cristo, para servir a Dios en el bien y el amor.
Por ejemplo, podemos tomar los mandamientos, las bienaventuranzas, los pecados, para analizarnos. Hoy les propongo lo hagamos con los pecados capitales.
Soberbia: ¿Damos a Dios el primer lugar en nuestra vida? ¿Somos humildes? ¿Pedimos perdón a Dios en la confesión y perdonamos a quienes nos ofenden? Vanidad: ¿En nuestro estilo de vida, nos estamos dejando llevar por lo superficial y descuidamos nuestro interior? Gula: ¿Nunca estamos satisfechos con lo que tenemos? ¿Somos esclavos de los gustos? Lujuria: ¿Qué contenidos vemos en TV, películas y redes? ¿Valoramos la sexualidad como un don precioso que nos hace con Dios coparticipes de la creación o la vivimos banalmente? ¿Buscamos solo el placer y no somos conscientes de los daños físicos, emocionales y espirituales que podemos vivir como consecuencia de desligar el placer, del amor y del compromiso? Avaricia: ¿Vivimos felices y agradecidos con lo que tenemos? ¿Actos deshonestos para tener más? ¿Compartimos con quienes necesitan? Envidia: ¿Nos duelen las bendiciones de los demás? ¿Apoyamos a los demás para que avancen? Ira: ¿Nos dejamos llevar por nuestros impulsos? ¿Herimos a los demás? Pereza: ¿Aprovechamos el tiempo para trabajar y servir a los demás en todos nuestros roles?
Nadie es perfecto, todos requerimos estar despiertos y revisarnos con frecuencia, pedir perdón a Dios y seguir trabajando nuestra conversión, con la ayuda del Espíritu Santo; es un proceso continuo. No es solo vencer los pecados, sino lograr la plenitud del amor.
Las lecturas de hoy*nos recuerdan cuando Josué cuestiona a sus contemporáneos: “Si os resulta duro servir al Señor, elegid hoy a quién queréis servir” … “Yo y mi casa serviremos al Señor”.
El evangelio nos relata que algunos seguidores de Jesús se echaron para atrás. Les preguntó a los discípulos si ellos también se querían marchar. Pedro le dijo: “¿A quién iremos? Solo tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios.” Hoy la pregunta es para nosotros.
*Jos 24, 1-2ª.15-17.18b; Sal 33; Ef 5, 21-32; Jn 6, 60-69