En este año litúrgico el papa Francisco nos ha invitado a meditar y acercarnos a San José y a la Sagrada Familia y, nuestra madre la Iglesia, nos ofrece muchas bendiciones e indulgencias especiales. Cuánto necesitamos aprender de este padre de Jesús para corregir tantos males que agobian a las personas, familias y comunidades y para que llevemos una vida plena que nos conduzca a Dios.
El papa Francisco nos regaló la carta apostólica “Patris Corde” *, “con Corazón de Padre”, en la que medita sobre San José, como ese padre que encarnó muchas características de nuestro Padre celestial y quien logra cumplir una importante misión con Jesús y María y ahora con la Iglesia. En ella reflexiona en su papel de padre amado, en la ternura, en la obediencia, en la acogida, en su valentía creativa, en su trabajo y en su labor de padre en la sombra.
Meditar sobre las virtudes de San José, enternece el corazón, anima a aprender de él y llena de confianza en la Divina Providencia. Los cuatro evangelios nombran a Jesús como el hijo de José, gracias a que asumió su paternidad legal, cambiando sus planes para vivir en la voluntad de Dios.
Podemos ver a José como un padre humilde, sencillo, amoroso, justo, obediente a Dios, cumplidor de las leyes; puso el nombre a Jesús; fue testigo de la adoración de los pastores y reyes magos; escuchó las profecías de Simeón y Ana sobre Jesús y María; dejó todo y se llevó a su familia a Egipto para protegerlos; vivió junto a María la pérdida y hallazgo de Jesús en el templo y vivió una vida corriente de un trabajador y padre de familia, ofreciendo cuidado, protección y educación de su hijo, quien “crecía y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con Él”*.
En este mundo que pretende vivir valores diferentes a los de la familia de Nazaret, necesitamos más que nunca, abrirnos a meditar la sabiduría de san José: estar atentos a lo que Dios quiere para nosotros y ser obedientes a Él; valorar, defender el valor de las madres y acompañarlas en el cuidado y educación de sus hijos; cuidar de la vida de quienes se tiene bajo su cuidado; trabajar y enseñar a trabajar a los hijos y, muy especialmente, vivir cerca de Dios para que crezcan en sabiduría y aprovechen la gracia que Jesús ganó para nosotros y que está presente en los sacramentos.
Dios escogió y preparó de manera especial al padre de su hijo y hoy nos dice a través del papa lo que el rey de Egipto decía en el Génesis a quien necesitaba algo: “Id a José y hagan lo que él les diga.” … y José contribuía con todos. Acojamos a San José, junto a la Sagrada familia, en nuestros corazones, hogares y sociedad y vivamos conforme a su gran ejemplo.
*Lc 2, 40; Gen 41, 55