En este tiempo de Adviento, de preparación para la Navidad, en el que Dios se hizo hombre y compartió con nosotros, es tiempo para fortalecer las virtudes de la humildad, la alegría y la esperanza.
Él, todo un Dios, se hizo uno más entre nosotros, compartiendo las alegrías y las penas, las amistades y las traiciones, haciéndose igual a nosotros, pero sin pecado. Escogió nacer en un pesebre, tuvo que huir de su patria desde pequeño con sus padres porque querían matarlo, vivió en el anonimato trabajando durante muchos años y en 3 años de vida pública transformó para siempre la existencia humana, entregando su vida por amor a nosotros.
Vivió la humildad mostrando la importancia de sujetar la propia voluntad a la de Dios Padre, con su entrega venció al Maligno y a la muerte y se hizo camino de libertad, paz, amor, bondad, verdad, plenitud, vida eterna para quienes tengan fe en Él, acepten su Palabra y vivan sus enseñanzas.
Su amor llena todo de alegría y gozo con el Espíritu Santo, irradia sus dones hacia los demás sanando, santificando, vivificando, restaurando, salvando y guiando a la vida divina. Decimos con el salmo: “Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”.
El nacimiento de Jesús nos llena de esperanza, nos muestra el valor de cada vida humana, invitados a ser hijos de Dios y a que nos liberemos del pecado, mediante la gracia, a través de nuestra comunión con Él y el amor hacia los demás. Dice hoy en su Palabra: “Dios os llamó a participar en la vida de su Hijo, Jesucristo, Señor nuestro. ¡Y él es fiel!”
Vivimos tiempos difíciles, en la incertidumbre de una pandemia, en medio de muchas necesidades y problemas, sin embargo, no podemos sentirnos derrotados en nuestras luchas, estamos llamados a la eternidad de vida con Dios. Él nos acompaña en el camino, nos da su amor y fortaleza, nos invita a dejarnos cobijar por su Madre María, como a él en el pesebre, y a estar en oración con nuestro Padre, con la confianza, que, si estamos unidos a Él, todo opera para bien de nuestras almas y de nuestra salvación. El evangelio de hoy nos anima a vivir estas realidades con sentido de eternidad: “Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa”.
Preparemos nuestro corazón para que Jesús renazca en esta navidad, fortalezcamos nuestra humildad, amor, alegría y esperanza, aceptando a Dios como Padre, renaciendo con Él a la vida nueva mediante su Espíritu, aprovechando los sacramentos de la Iglesia: “Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre de siempre es «Nuestro redentor» … nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano”.
*Is (63,16b-17.19b;64,2b-7); Sal 79,2ac.3b.15-16.18-19; Cor (1,3-9); Mc (13,33-37)