Hoy la Palabra de Dios* nos recuerda la hermosa y retadora parábola de los talentos. Necesitamos reconocer cuál es la misión de nuestra vida y cuáles los talentos que Dios nos da para nuestra realización, el servicio a los demás y para llevarnos hacia Él, la meta máxima.
Son muy valiosos los talentos representados en los oficios, artes y profesiones, las virtudes y valores interiorizados y vividos, las cualidades, habilidades, capacidades, maneras de ser y expresar, el dinero, el esfuerzo, el tiempo, que unidos al don más valioso que Dios nos da, el Espíritu Santo, nos ayudan a desarrollarnos, a servir a los demás y a darle gloria a Dios a través de los actos de nuestra vida.
Tenemos el reto de no dejarnos llevar ni por la pusilanimidad ni por la prepotencia. La pusilanimidad, llevó al que había recibido un talento a enterrarlo por temor, por pereza, por falta de fe en sí mismo y en el dueño de la viña. La prepotencia es la que nos lleva al orgullo, a creer que somos dueños y no administradores de los talentos y a pensar que podemos multiplicarlos hacia el bien sin la ayuda de la gracia.
Si administramos correctamente los talentos podemos entregarle a Dios una buena cosecha multiplicada y Él cada vez va ampliando el radio de acción con más talentos, como pudimos ver en la parábola.
Es importante que la educación haga más énfasis en el descubrimiento y desarrollo de los talentos de los estudiantes para que acompañados de principios y valores, fortalecimiento de las competencias socioemocionales y espirituales se impulse más el desarrollo, el bien común y la búsqueda de la santidad.
Se requiere integrar lo meramente humano con lo divino y eso sólo se logra a través del Espíritu Santo quien nos hizo nacer de nuevo por el agua y el espíritu en el bautismo y nos permite la comunión con Jesús, nos une a su corazón, sus pensamientos y sus sentimientos y así nos impulsa a ordenar la vida de acuerdo con su bondad, amor, libertad, santidad. Él hace fructificar los talentos si los fertilizamos con la oración, los sacramentos, la Palabra de Dios y el testimonio de servicio.
A veces no valoramos nuestra fe. Decía el papa emérito Benedicto XVI que hay muchos católicos de nombre, pero paganos en la vida real, y otros que practican actos de piedad, pero actúan en contra de las enseñanzas de Cristo. Todos tenemos que revisarnos al respecto porque la realidad del mundo sería muy diferente si hacemos fructificar los talentos que Dios nos da.
La misión de nuestra vida es conquistar el Reino eterno a través de nuestro trabajo en este mundo. Dios nos regala los talentos, sus dones y su Espíritu para que lo logremos. Abramos el corazón y trabajemos con amor para lograrlo.
*Pr 31, 10-13.19-20.30-31; Sal 127; 1 Tes; Mt 25, 14-30