Aprovechemos estos tiempos especiales para convertirnos de corazón a Jesús, el Buen Pastor. 

Las lecturas de hoy* nos invitan a dejarnos amar y guiar por Él quien nos ofrece un sendero justo, repara nuestras fuerzas cuando estamos cansados, nos hace disfrutar de fuentes tranquilas; nos conoce a cada uno por nuestro nombre, está pendiente de nosotros; nos ofrece su bondad y su misericordia para que vivamos en la tierra conforme al bien, la justicia y al amor y luego habitemos en el cielo por años sin término. 

¡Qué promesas más maravillosas! Y de su cumplimiento dan testimonio tantas personas que, siendo fieles a la voz del pastor, han aceptado su llamada, entregando muchos incluso sus propias vidas, en testimonio de su fe inquebrantable, contribuyendo con valiosos frutos de conversión perdurables en esta tierra y gozando de la eternidad con Dios.

La voluntad de Dios es que nos salvemos y encontremos la verdad. Nada puede ser mejor. Si aceptamos esa invitación, sacaremos muchas bendiciones de la situación que vivimos, tendremos nuevas fuerzas, nos llenaremos de entusiasmo para enfrentar nuestros retos y contribuiremos como una sola humanidad a buscar las soluciones de fondo que nos lleven a ser mejores y a construir con Dios su Reino.

Me dirán muchos que ellos encuentran fuerzas sin necesidad de Dios. Si de acuerdo, Dios nos ha dotado de muchas capacidades interiores y creatividad, pero a la medida de cada uno, de lo que tengamos en nuestro banco interno de amor; en cambio unidos a Dios, será una fortaleza y un amor invencibles para enfrentar con visión sobrenatural las tentaciones y situaciones tan duras como la enfermedad o la muerte con la esperanza de la resurrección.

Agradecemos hoy a todos los sacerdotes que han cumplido con la importante misión que Dios les ha encargado, de ser nuestros pastores, impartir los Sacramentos, hacer presentes a Cristo en la Eucaristía y darnos a conocer la Palabra de Dios que enriquece nuestras vidas. Todos los creyentes, al ser bautizados, adquirimos también esa función de hacer presente a Cristo en medio del mundo, viviendo sus enseñanzas con la ayuda de su gracia. 

En este mes de mayo, el Papa Francisco nos invita a orar el Santo Rosario en familia, para que, de la mano de María, contemplemos los misterios de la vida de Jesús, lo tratemos con mayor confianza, sencillez y calidez en medio de nuestros hogares. Ella, aunque era humana como nosotros, tuvo el privilegio de conocerlo y contemplarlo iluminada por el Espíritu Santo, por eso, es la más capacitada para acompañarnos en esa tarea de familiarizarnos con Jesús, para convertirnos de corazón y dejarnos conducir a Dios Padre. 

*Hch2, 14ª.36-41; Sal 22; Pe 2, 20-25; Jn 10, 1-10

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *