Hemos entrado en un pánico colectivo mundial por la posibilidad de pandemia con el virus Coronavirus, Covid-19, afectando nuestra cotidianidad, nuestras decisiones, desplazamientos, la economía mundial, aparte de los propios males del virus en sí mismo, problemas respiratorios con algún índice de mortalidad. Como dice el dicho: “Dios nos encuentre confesados”.
Frente a ese como a cualquier otro problema, solo nos queda la fe, la esperanza y el trabajo arduo, realizado con toda la diligencia y amor posible, para encontrar una solución que controle los efectos y sea cual sea el desenlace, saquemos aprendizajes de lo que estamos viviendo.
En esta época de Cuaresma, en la que se nos invita a meditar lo frágil de la vida terrena y la necesidad de mirar hacia el cielo para que construyamos realidades que eleven nuestras almas a Dios y edifiquen una mejor sociedad, esta situación que vivimos nos reafirma la importancia de la fe y la esperanza, es decir la necesidad de vivir la realidad con sentido sobrenatural.
Para quienes tenemos fe en la resurrección de Jesucristo, y por su gracia, la nuestra, no deberíamos temer tanto a la muerte, porque realmente ésta es un paso a otra vida en la que Dios nos promete que estaremos en su presencia, no habrá ni pena ni dolor, todo será fraternidad y amor. Sin embargo, Dios nos regaló también el instinto de supervivencia y es lógico que busquemos sobrevivir todo el tiempo que Dios disponga, para mejorar nuestras almas y trabajar por el Reino de justicia que Él nos invita a construir. El problema está en que nos distraemos en muchas cosas que no nos edifican y no contribuyen en mejorar a la sociedad y a veces nos olvidamos que somos de barro y que debemos vivir con mayor sentido espiritual, abiertos a que algún día nos corresponderá morir para pasar a la vida eterna.
Dios permita que salgamos de este virus próximamente y se pueda controlar su expansión, pero de todas formas aprovechemos el tiempo para llenarnos de su gracia y vencer los vicios del pecado. Que encontremos soluciones a éste y a todos los virus y también superemos la indiferencia, la soberbia, la envidia, la gula, la lujuria, la avaricia, la pereza y la ira, para que vivamos en la gracia y podamos construir de la mano de Dios, una sociedad mucho mejor. Se requiere trabajar en nosotros mismos las virtudes del amor o caridad, la prudencia, la humildad, la alegría por el bien ajeno, la templanza, la fortaleza, la diligencia, la generosidad, la paciencia, la justica y todas las demás virtudes y valores que nos edifican y nos llevan a relacionarnos apropiadamente con Dios y con los demás.
“Nosotros esperamos en el Señor, él es nuestro auxilio y nuestro escudo. Que tu misericordia, Señor venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti”. Sal 32, 22