Es lo máximo cuando permitimos estar gobernados internamente y de manera comunitaria por alguien así: Lleno de amor, que sirve a todos los que lo elijan libremente, se ofrece a sí mismo para que podamos transformar lo que cada cual necesite, invita a escoger caminos seguros de desarrollo, crecimiento, felicidad y redención, alguien con paciencia y dulzura para cuidarnos como un pastor a sus ovejas, que refleja la verdad en todo su ser, sus palabras y sus actos. Alguien que puede identificarse con nosotros por ser hombre perfecto. Alguien que nos puede inspirar a llegar al cielo, por ser perfecto Dios: Jesús.

En Las lecturas de hoy*: “Así dice el Señor Dios: «Yo mismo en persona buscaré a mis ovejas, siguiendo su rastro. Como sigue el pastor el rastro de su rebaño”. En el Salmo oramos: “El Señor es mi pastor, nada me falta”… “en verdes praderas me hace recostar, me conduce a fuentes tranquilas…”

Nos recuerda San Pablo que “Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Cristo tiene que reinar hasta que Dios haga de sus enemigos estrado de sus pies. El último enemigo aniquilado será la muerte”. Que gran esperanza tenemos con este grandioso rey, quien venció incluso a la muerte y nos hace partícipes de su vida inmortal. Él vence al mal, todo con Él es bendición, alegría, vida, eternidad, aunque a veces nos toque caminar por cañadas oscuras y necesitemos abrazar la cruz, con Él, somos triunfadores.

 Aceptar a Jesucristo como rey nos lleva a vivir las obras de misericordia, a identificarnos con Él y con quienes nos necesiten para que podamos ser instrumentos de su paz, amor, bendición y, algún día, cuando nos corresponda hacer el balance de nuestra vida, nos pueda decir: «Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme. “….»Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.»

Cantemos desde el fondo del corazón la hermosa canción: Tu reinarás, ese es el grito, que ardiente exhala nuestra fe, tu reinarás oh rey bendito, pues tú dijiste reinaré….Reine Jesús por siempre, reine su corazón, en nuestra patria y nuestro suelo sea de María, la nación…que tu cruz sea nuestra bandera y tu evangelio nuestra ley.

Te damos gracias Jesús, por ser nuestro rey desde el trono de tu cruz, dándonos tu gracia, amor, perdón, redención y llevándonos contigo resucitados a nuestro Padre Eterno.

*Ez 34,11-12.15-17; Sal 22,1-2a.2b-3.5.6; Cor 15,20-26.28; Mt 25,31-46

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