La mejor medicina es la que previene la enfermedad, la que, si ya la enfermedad existe, la acaba de raíz contrarrestando su origen y evitando que se repita. ¿Qué tal si además nos va volviendo inmortales?, ¡sería lo máximo! Parece ciencia ficción, pero existe.  Además, es gratis. Es la Sagrada Eucaristía, el Corpus Christie. Nos cura de los males causados por el pecado y nos une a la gracia de Dios. 

Está demostrado en todos los campos que el amor es la medicina más efectiva siempre, en cualquier circunstancia, y la mayor demostración de amor la recibimos de Dios, es su esencia. Nos lo expresa con su paciencia, misericordia, perdón, pedagogía, generosidad, desprendimiento, entrega en la cruz para nuestra redención y salvación, con su resurrección e invitación a que participemos con Él de la vida eterna y su permanencia con nosotros como alimento de vida: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”…”tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día”.

Es la mayor expresión del amor de manera sencilla y efectiva y a la vez tan difícil de creer para muchos. Es Jesucristo, su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad, quien se hace alimento para nosotros.

Jesucristo, sin reservarse nada se entregó totalmente a la humanidad enseñando, curando, sanando, liberando, permitiendo que lo llevaran a la cruz, perdonando, quedándose en medio de nosotros con su Santo Espíritu, en su Palabra, en la Sagrada Eucaristía y en el testimonio de quienes le acogen. ¡Cuánto amor de nuestro Dios!

Celebramos el Corpus Christie*, el alimento y la medicina más maravillosa que tiene disponible el ser humano para curarse de las huellas del pecado, para vivir la plena unidad de amor con Dios y entre las personas que libremente lo reciben en la sagrada comunión. “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.

No desperdiciemos este gran tesoro para nuestra alma. No permitamos que el pecado, que es el mayor veneno, nos aleje de Dios. El pecado genera enfermedad, desunión, desamor, enemistad, rencillas, violencia, vacío, tristeza, todos los males, muerte y derrota.

La Eucaristía es la mayor escuela de comunión, amor, paz, felicidad, salud espiritual. Para recibirla necesitamos limpiar nuestra alma, ver nuestra conciencia a la luz de Dios, purificarnos en el sacramento de la confesión para reconciliarnos con Él, con nosotros mismos y los demás y así experimentar la plenitud de la comunión y amor de Dios quien nos rescata, nos redime, nos sana, nos protege, nos salva, nos libera y además nos va nutriendo con el viático para la vida eterna.

*Dt 8,2-3.14b-16ª ; Sal 147,12-13.14-15.19-20; Cor 10,16-17; Jn 6, 51-58;

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