Ven Santo Espíritu de Dios a nuestras almas, reconocemos tu poder, gloria, majestad, capacidad de hacernos mejores personas, de llenar nuestra vida de sentido si nos abrimos a tus dones; nos haces comprender la grandeza a la que hemos sido llamados y nos das coraje para transformar nuestras realidades y a nuestro alrededor produciendo tus frutos de amor, gozo, paz, mansedumbre, longanimidad, bondad, benignidad, modestia, continencia, castidad.
Te recibimos desde nuestro bautismo, pero a veces te olvidamos. No comprendemos que de tu soplo divino recibimos todo lo bueno. Si nos faltas interiormente caminamos como ciegos sin entender el por qué y el para qué de nuestra vida. Tu nos haces poner los pies en el suelo, mirar a nuestro hermano y junto a él aspirar al cielo. Tu nos haces vibrar de gozo, nos unes a los demás, nos regalas nuestra diversidad, pero nos unes a todos en un solo corazón y en una sola alma a trabajar por las metas comunes.
Espíritu Santo de Dios te necesitamos, no hemos sabido construir una patria con oportunidades para todos, un país unido en ti propiciando el bien de todos, un mundo en el que comprendamos la grandeza de ser personas, de lo valiosa que es la vida, la familia y la maravilla que es la vida de gracia, la fuente de la santidad.
Espíritu Santo, ilumina nuestras conciencias, ayúdanos a descubrir nuestro pecado, a arrepentirnos y a convertirnos a Dios. Ayúdanos a valorar tus leyes divinas para que aprendamos a amar desde la libertad.
Hoy celebramos Pentecostés*. No lo dejemos pasar de largo. Abrámosle el corazón al Espíritu Santo de Dios reflexionando sobre nuestras vidas, las de nuestras familias, la sociedad y pidámosle que seamos instrumentos útiles en sus manos, que todos aportemos en la construcción de un mundo mejor, en el que Dios sea el Rey y dueño de nuestras vidas. Que sepamos renunciar a todo lo que estorbe en nuestro camino hacia la plenitud de vida en la tierra como en el cielo.
Renovemos nuestro corazón, nuestras familias y sociedad con la fuerza del Espíritu Santo y alejemos de nosotros, de nuestras familias, de nuestra sociedad los monstruos del pecado que han llenado el mundo con su violencia, apatía, egoísmo, avaricia, lujuria, deshonestidad y demás males que nos aquejan.
Los discípulos tenían miedo antes de Pentecostés, al recibir al Espíritu Santo se llenaron de coraje, fortaleza, consuelo, inspiración, capacidad de predicar el evangelio de Cristo con todas las fuerzas y capacidades, llenando a los demás del amor de Dios. María, siempre con ellos, uniendo y animando.
Jesús nos dice: “Derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad” …”Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”.
*Hch2,1-11; Sal 103,1ab.24ac.29bc-30.31.34 ; Cor12,3b-7.12-13); Jn 20,19-23