Las lecturas de estos días* nos inspiran para planear el nuevo año y trabajar para que sea muy feliz. Les propongo 3 puntos:
- Primero dediquémoslo a crecer en el amor a Dios y a los demás. Llenémoslo de sentido de eternidad. Recibamos al Espíritu Santo, cumpliendo los mandamientos y amándonos unos a otros como nos dice San Pablo, para que practiquemos la justicia y seamos dignos hijos de Dios, hermanos en Jesucristo, así será un año pleno de la gracia y de todos los bienes que proceden de Él: bondad, belleza, amor, justicia, esperanza, verdad, libertad y de los dones naturales y sobrenaturales.
Abrámosle el corazón permitiéndole que Él inspire nuestros pensamientos, sentimientos, intenciones y acciones; vayamos como los reyes magos a adorarlo con gratitud en los diferentes sacramentos, recibiendo su Palabra, su perdón y su cuerpo, sangre, alma y divinidad como alimento en la Eucaristía y visitémoslo en el Sagrario o en la Custodia que permanece en las iglesias. Que seamos terreno fértil donde la Palabra de Dios dé muchos frutos.
2. Revisemos nuestra misión y busquemos el propósito de nuestras vidas, en medio de las diferentes circunstancias y roles en los que nos desempeñamos en la vida cotidiana y planteemos nuevas metas, revisándolas en oración, que nos ayuden a crecer como personas.
Hagamos una planeación integral para mantener, en lo que dependa de nosotros, nuestro cuerpo, mente, espíritu, afectividad lo más sanos posible, mejorando todos los aspectos de nuestra vida, incluyendo crecimiento en la fe, esperanza y amor y en hábitos positivos que acrecienten los valores en nuestro carácter. Progresemos en los diferentes ámbitos: familiares, laborales y sociales.
3. Que nuestras relaciones interpersonales sean muy positivas, llenas de amor, consideración, empatía, trabajo en equipo, escuchándonos y apoyándonos mutuamente y, sobre todo, dando mucho testimonio de nuestra fe para que muchos puedan conocer más las maravillas que hace Dios en la vida de las personas, la paz, el gozo y la gratitud infinita que genera desde el corazón.
Soñemos en grande y apoyemos las causas que lleven progreso, oportunidades, mejoras integrales a todos los involucrados.
Que Dios pueda decirnos a cada uno de nosotros: “Este es mi hijo amado en quien me complazco”, porque vivimos en perfecta comunión de amor con Dios y con los demás, sirviendo y amando en todo momento.
Despedimos con gratitud a nuestro querido papa emérito Benedicto XVI, quien nos dejó tantas enseñanzas y que nos inspira a seguir adelante de la mano de Dios. Otra meta importante para el año nuevo, honrarlo releyendo y estudiando sus valiosas obras de la mano de la Sagrada Familia.
¡Muchas felicidades para todos y para sus familias!
*Is 42, 1-4; 6-7; Sal 28; Hch 10, 34-38; Mt 3, 13-17