Hace pocos días un grupo de mujeres promotoras del aborto atacó a la Catedral y la iglesia de la Porciúncula en Bogotá. Hay un gran movimiento a nivel mundial que desea imponer una sociedad que se maneje con la llamada dictadura del relativismo moral. Se auto justifican en nombre de la tolerancia, pero son intolerantes ante quienes defienden los valores, incluso atacando sus lugares sagrados. Las personas que defienden la vida, la familia, los valores, reconocen las leyes naturales y divinas que ponen en el centro al ser humano, sus derechos y deberes y la fe les da el coraje y la valentía para defenderlos.

No podemos ser pasivos frente a esta situación que atenta contra la justicia, la libertad de culto, el respeto al bien ajeno y va en contra de nuestra fe. Sin embargo, no caigamos en el círculo de la violencia y no nos contagiemos del odio, defendamos lo sagrado, actuando siempre desde el bien, el respeto y la justicia. Requerimos comprender la lógica de Jesús, permitir que el Espíritu Santo guíe nuestros pasos para que actuemos con valentía defendiendo los valores con amor y confiando siempre en la justicia y misericordia divina.

Las lecturas de hoy* nos inspiran a seguir luchando por lo que favorezca al ser humano, al bien común, a su desarrollo, su felicidad, sus relaciones, su búsqueda de la eternidad, aspirando a ser conformados en Jesucristo Nuestro Señor, apoyados en la fe.

El profeta Habacuc le reclama a Dios pidiéndole su intervención frente al mal y la violencia y Dios le responde con una aseveración que nos da luces y esperanza para perseverar: “Mira, el altanero no triunfará; pero el justo por su fe vivirá”.

Dice San Pablo: “Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza… fundamentados en la fe y el amor a Cristo Jesús.

Los apóstoles le dijeron a Jesús: “Señor, auméntanos la fe”, a lo que Él les dijo que, si tuvieran la fe del tamaño de un granito de mostaza, se lograrían muchas cosas que pudiéramos considerar imposibles. Nos invita a trabajar por su Reino con humildad y gratitud, sabiendo que Dios merece nuestro servicio, la gloria y el honor.  

Pidamos a Dios que nos ayude a crecer en la fe, porque ella aumenta la esperanza, el bien, la justicia, la paz, el amor

Perdónanos, Señor, nuestra fe débil, y danos una fe que mueva montañas; una fe firme, profunda, valiente, misericordiosa, servicial, agradecida, llena de amor. Que busque y trabaje por el mayor bien de todos y nos lleve a la vida eterna.

Unamos nuestras oraciones a María Santísima, la gran maestra de la fe, meditemos con ella el santo rosario para interiorizar las palabras y acciones de Jesús en nuestro corazón.

*Hab 1,2-3;2,2-4; Sal 94,1-2.6-7.8-9; Tim 1,6-8.13-14; Lc 17,5-10

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