En medio de los tiempos difíciles, como los que vivimos actualmente, con pestes, terremotos, guerras, fenómenos en el cielo, persecuciones, los cristianos vivimos con confianza en Dios, dando testimonio de nuestra esperanza en Él y contribuyendo en lo que esté a nuestro alcance, con perseverancia, fidelidad al evangelio y con la tranquilidad de que, si perecemos en gracia de Dios, se salvará el alma y participaremos de la resurrección.
Nos vamos acercando a la fiesta de Jesucristo rey del Universo; las lecturas de hoy *nos van planteando la máxima aspiración que tenemos los cristianos, que Jesucristo reine en todo el universo y las personas libremente vivamos sus leyes de justicia, paz y amor para convivir en plenitud de vida en camino al cielo.
Las lecturas nos recuerdan que quienes practican el mal, por ser orgullosos y malhechores serán como paja; y en cambio los que temen a Dios, lo respetan y obedecen sus leyes, los iluminará un sol de justicia y hallarán salud a su sombra. Por eso es necesaria nuestra conversión permanente para que cuando llegue la hora, Nuestro Señor nos encuentre trabajando en irradiar el bien y el amor.
Dice el Salmo: “El Señor llega a regir los pueblos con rectitud y el orbe con justicia. Aclamen al Rey y Señor”.
Cada vez es más difícil la tarea de educar porque los niños están expuestos desde muy tempranas edades a influencias de todo tipo y por muchos medios, muchas en contravía de las leyes de Dios; de ahí la importancia de trabajar desde las familias y parroquias para conocer más a Cristo y comprender que con Él somos más libres y plenos, aunque eso implique en el mundo persecuciones e incomprensiones. Sólo amando a Dios desde el corazón, viviendo en comunión con Él y de acuerdo a sus leyes podemos encontrar la verdadera felicidad.
Cristo ya reina en el corazón de muchas personas que se sienten convocadas a trabajar, contribuir, participar y aportar de acuerdo con sus dones y talentos, permitiendo que el Espíritu Santo guíe sus acciones y haciendo la voluntad de Dios para que más personas lo conozcan y se salven. Dice San Pablo: “El que no trabaja que no coma”. La tarea es de todos, nuestro papel es activo en la construcción del Reino.
Así como abundan las malas influencias que irrumpen incluso en el mundo de los niños, también hay mucha gente fiel y magníficas evidencias de que el Reino de Dios crece como levadura en la masa con la certeza que en últimas el bien siempre gana, lo importante es que no permitir que las tentaciones y los engaños del mal nos confundan. Necesitamos oración, comunión, trabajo, Palabra de Dios, unión a la Iglesia para con confianza podamos defendernos apropiadamente, con la ayuda del Espíritu Santo.
*Ml 3, 19-20ª; Sal 97; Tes 3, 7-12; Lc 21, 5-19