Queremos que cambien las cosas en el mundo, país, ciudad, hogar, interior de nosotros mismos. Tenemos que empezar por transformar nuestro corazón. Ese es el primer fruto de la oración. Al orar, Dios va iluminando nuestras conciencias para reconocer nuestras realidades internas para irnos transformando con su gracia e irradiar esos cambios hacia los demás. Lo que queremos encontrar en el mundo, requerimos trabajarlo primero en nosotros mismos.

El sentido de la vida es conocer, amar y servir a Dios y a los demás. La oración es el medio para comunicarnos con Él, no para que Dios reemplace nuestro trabajo, sino para descubrir qué quiere de nosotros y ponernos manos a la obra. Él siempre quiere lo mejor, no en el sentido limitado de nuestro bienestar presente sino con sentido de eternidad, nos ha dicho por su Palabra que quiere que las almas se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. La gracia nos impulsa a buscar el bien, la verdad, trabajando por un mundo de justicia, paz y amor.

Necesitamos tiempo para la oración y en lo cotidiano vivir en la presencia de Dios. Muchos escogen cambiarla por la meditación trascendental y otras propuestas de las filosofías orientales o la nueva era. No son comparables. Es cambiar una relación filial en la que experimentamos el amor de Dios, invitándonos a trascender, a la búsqueda del bien, a la gratitud infinita, al compromiso para actuar conforme a su bondad, por técnicas que nos pueden producir algunos beneficios temporales pero que pueden concentrarnos en nosotros mismos, volvernos más soberbios haciéndonos creer que no necesitamos de Dios y con una falsa paz porque no surge de la verdadera fuente del bien y del amor.

 Dios cuenta con nosotros para transformar el mundo. Cuando se hizo hombre en Jesucristo nos señaló el camino y permanece con nosotros en la Eucaristía y demás sacramentos y nos da el don precioso de su Espíritu Santo. Los problemas en el mundo tienen su origen en nuestros pecados que surgen de vivir alejados de Dios. La oración nos ayuda a ser conscientes de ellos y a lavarlos con su gracia y perdón para llevar su amor transformador a los demás.

Las lecturas de hoy* muestran el poder de la oración y nos enseñan que las Sagradas Escrituras, nos dan la sabiduría que conduce a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús: “Toda Escritura es inspirada por Dios y además útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena.”.

Oremos siempre, incluso en medio de las ocupaciones y actividades diarias, para que el Espíritu Santo guie nuestros pasos y nos conduzca hacia la plenitud.

*Ex17,8-13; Sal 120; Tim3,14–4,2; Lc18,1-8

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