En medio del relativismo imperante, cada uno cree que puede legislar según su propio criterio, valores o antivalores individuales; las lecturas de hoy nos muestran la importancia de unirnos en el Espíritu Santo, en el seguimiento desde nuestro interior de las palabras y las leyes de Dios, como fuente de alegría, rectitud, justicia, vida, paz y amor.
Estamos viviendo situaciones contrarias al sentido común y a las leyes naturales y divinas en legislaciones y costumbres relacionadas con la vida humana. En la antigüedad, algunas comunidades ofrecían vidas humanas a los dioses en los que ellos creían. Jesucristo y sus seguidores, han ido logrando desterrar esas costumbres, al igual que la esclavitud y otras contrarias a las leyes de Dios.
Jesucristo nos enseñó la identidad de nuestro Padre Dios, la forma correcta de vivir e interpretar sus leyes; Él evangeliza, proclama la libertad a los cautivos, devuelve la vista a los ciegos, pone en libertad a los oprimidos y proclama la gracia del Señor. Esto se refiere también a niveles profundos del ser, liberación del pecado que esclaviza, de la soberbia que nos vuelve sordos, de la indiferencia que nos vuelve ciegos ante los problemas de los demás.
Sin embargo, el ser humano se busca nuevas esclavitudes y transgrede los derechos del ser humano, empezando por el derecho a la vida. Por ejemplo, esta semana el presidente de Francia pidió a la Unión Europea que declarara el aborto como un derecho humano.
Es algo espantoso y de muchas incidencias en las vidas de las personas involucradas, en la persona por nacer y en la vida física, moral y espiritual de los padres y demás patrocinadores y promotores. También afecta a toda la sociedad que se va deshumanizando en la medida que se aleja de Dios y legisla en contra del ser humano.
Necesitamos defender y proteger al ser humano, aún más que como ahora se defiende a la naturaleza, los animales, el planeta. Legislar para evitar negocios relacionados con la sexualidad desenfrenada, hacer esfuerzos por promover el crecimiento en las virtudes humanas y cristianas que llevan a ordenar la vida al bien, al amor, a la familia.
Las lecturas de hoy* muestran las leyes de Dios como las más convenientes para todos, permiten vivir la justicia y la integridad y a que preservemos el alma para la vida eterna: “la ley del Señor es perfecta y es descanso para el alma…es límpida y da luz a los ojos…sus mandatos son rectos, verdaderos, justos y alegran el corazón…
Si permitimos al Espíritu Santo morar en el alma, gozaríamos de libertad en el espíritu y trabajaríamos en armonía desde lo que cada uno puede aportar hacia los fines más nobles.
*Neh 8; Sal 18; Cor 12, 12-30; Lc 1, 1-4; 4, 14-21