Las lecturas de hoy* nos traen la buena noticia de un Dios que vive en medio de nosotros, sanando desde el corazón y el alma, apartando el mal de nuestro camino, curando las enfermedades, enseñándonos a orar.

A veces pensamos que sería maravilloso si viviéramos en la época de Jesús para poder compartir con Él desde su vida mortal, pero es muy especial poder vivir ahora que lo podemos evidenciar en el transcurrir de toda la historia, obrando el bien en tantas personas que se acercan a Él, que lo conocen por su Palabra, por el testimonio de la vida de otro y lo experimentan desde lo profundo del alma por la oración y por la gracia que comparte en los sacramentos, por la acción del Espíritu Santo.

En la primera lectura vemos a Job pasando por muchas dificultades y vicisitudes, siendo consciente que la vida es un soplo, que, desde el bien, sólo puede apoyarse en la misericordia y bondad de Dios.

San Pablo es consciente que conocer a Jesucristo compromete a cumplir la misión de transmitir la buena noticia del evangelio de manera gratis porque se recibe como una gracia, como un regalo para ser compartido con amor y participar de sus bienes.

Hoy vemos a Jesús actuando en el evangelio, curando a la suegra de Pedro, quien al sentir su mano sanadora se pone al servicio de los demás. Curó a muchos enfermos y expulsó a muchos demonios y lo sigue haciendo con el poder del Espíritu Santo quien trabaja sin límites de tiempo ni de espacio.  Jesús después de la ardua labor, se levanta de madrugada a un lugar solitario a orar.

Nos dice el Papa Francisco que “Jesús manifiesta su Señorío en la cercanía, en la ternura y en la compasión y nos recuerda también que esta compasión tiene sus raíces en la íntima relación con el Padre. De la oración sacaba la fuerza para cumplir su ministerio, predicando y sanando”.

El Papa nos invita a prepararnos para el Jubileo del año 2025, dedicando el 2024 a la oración, tanto individual como comunitaria, “para redescubrir el gran valor y la absoluta necesidad de la oración”. Unámonos a este gran propósito para abrirnos a la Sabiduría Divina, llenarnos de su bondad y amor y para transformarnos e irradiar los cambios que requiere nuestra sociedad. 

Los santos nos enseñan el poder de la oración. La Madre Teresa decía: “solo soy una pobre mujer que reza”. El padre Pío decía “la oración es la llave del corazón de Dios”. María nos enseña la docilidad a la acción de la gracia, haciendo oración desde el corazón. El evangelio es la mejor noticia, es la mejor inspiración de la oración, es encontrarnos con Jesús, su amor, guía, perdón, y misericordia que nos transforma interiormente y nos proyecta con amor a los demás.

*Jb 7, 1-4. 6-7; Sal 146,1-2.3-4.5-6; 1 Cor 9, 16-19. 22-23; Mc 1, 29-39

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