Los mensajes de hoy, segundo domingo de Adviento, nos preparan para la Navidad y nos invitan a conquistar la alegría que viene de Dios.
Todos buscamos la felicidad y procuramos tener experiencias que nos acerquen a ella. ¿Dónde conseguimos la alegría? En las cosas sencillas de la vida realizadas con amor y por amor. La Palabra de Dios nos invita a buscar la alegría profunda, el gozo en el alma que da vivir unidos a Dios y ponernos a su servicio.
Nos dice el profeta Isaías: “Me alegro en el Señor con toda el alma y me lleno de júbilo en mi Dios, porque me revistió con vestiduras de salvación y me cubrió con un manto de justicia”. En el Salmo repetimos con la Virgen María el Magníficat, la expresión de gratitud frente a la grandeza de Dios, reconociendo que lo más valioso a sus ojos es la virtud de la humildad y la disposición de servicio, lo que a su vez, produce más gozo: “desde ahora me llamaran dichosa todas las generaciones”.
San Pablo nos invita a que estemos alegres y oremos sin cesar, dando gracias a Dios por todo, abiertos a la acción del Espíritu Santo, para que nos ayude a convertir y nos llene con sus dones, examinándolo todo para quedarnos con lo bueno. En el evangelio comprendemos la importancia de Juan el Bautista como el gran ejemplo para el papel de los cristianos de apuntar la atención de los demás hacia Cristo Jesús. Ser testigos de la luz, llevarlo a los demás con el ejemplo.
El papa Francisco en su visita a Colombia nos invitaba a no dejarnos robar la alegría por nada. El gozo es un don de Dios. Dice también el papa: “¡Ya no es necesario buscar en otro sitio! Jesús vino a traer la alegría a todos y para siempre. Él está vivo, es el Resucitado, y actúa en nosotros y entre nosotros, especialmente con la Palabra y los Sacramentos”… “Con Él es posible encontrar la paz interior y la fuerza para afrontar cada día las diversas situaciones de la vida, incluso las más pesadas y difíciles”.
Que descubramos en esta Navidad la verdadera fuente de la alegría, la presencia de Dios en un niño recién nacido en un humilde pesebre junto a María y a José, en la Sagrada familia de Nazaret, quien se entregó por nosotros y permanece en medio de nuestra vida, dándonos esperanza, paz, ternura, amor, iluminándonos la mente y el corazón para que escojamos lo bueno, lo noble, lo integro, lo que nos acerque a Él.
¡FELIZ NAVIDAD PARA TODOS! Que Jesús nazca en nuestros corazones y nos ayude a transformarnos y transformar las realidades sociales hacia la justicia, la paz, la bondad y el amor.
*Is 61, 1-2. 10-11; Lc 1; 1 Tes 5, 16-24; Jn 1, 6-8. 19-28