Sólo hacer el bien nos hace felices decía Aristóteles. Estoy segura que todos deseamos el bien y la felicidad. Sin embargo, a veces estamos tan concentrados en lo nuestro que no somos conscientes de las acciones que el mundo va proponiendo para imponer ideologías que van en contravía con el derecho natural y las sanas costumbres.

Estas semanas me han preocupado dos temas que considero vitales. El primero la reglamentación que se realizó sobre el tema del aborto en Colombia y el segundo en la ONU lo relacionado a un convenio en el que se puede colar la no penalización de la pederastia.

Ambos temas tienen una connotación moral muy profunda porque tiene que ver precisamente con los derechos de los más pequeños, los que aún no han nacido y los que tienen edades en las cuales todavía pueden ser muy manipulables por los adultos.

Cuando analizamos estos temas a la luz de la Palabra de Dios, sentimos el llamado como cristianos, o incluso si no fuéramos creyentes, a oponernos a esas alternativas con mucha valentía y coraje, porque a través de esas leyes se puede maltratar y matar a los inocentes desde el vientre materno hasta muy avanzado el embarazo, como si fueran extensión del cuerpo de la madre, negando su identidad particular y los derechos con los cuales contaron sus padres para poder nacer; también necesitamos comprometernos como sociedad a ofrecer a los niños entornos seguros en los cuales se castigue a los adultos que pretendan usarlos para pornografía, tráfico y abusos.

En las lecturas de hoy* se nos llama a “obedecer la Palabra de Dios. Vivir sus preceptos que son sabiduría de Dios y hace a los pueblos sabios e inteligentes, si siguen sus leyes”.

Nos invitan a proceder honradamente y practicar la justicia. No al soborno, ni a la usura, ni a la difamación. Evitar todo lo que contamina, lo que sale del corazón: “Lo que hace impuro al hombre son los pensamientos perversos, las fornicaciones, adulterios, malicias, robos, homicidios, codicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad”.

Requerimos cuidar el corazón para no dejarnos contaminar con las ofertas del mundo que quieren mostrar como normal, e incluso como derecho, el asesinato de los que aún no han conocido el mundo porque se encuentran en el vientre de sus madres, al igual que requerimos proteger a los niños de la manipulación de su sexualidad por los mayores.

 Todo lo bueno viene de Dios. Él nos da la Palabra de la Verdad. Requerimos docilidad ante ella porque salva nuestras vidas; no nos dejemos contaminar por las propuestas de un mundo que quiere contrariar las leyes naturales y sacar a Dios y a sus leyes de amor de nuestras vidas.

*Dt 4, 1-2.6-8; Sal 14; Sant 1, 17-18.21b-22.27; Mc 7, 1-8a.14-14.21-23

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