Si comprendiéramos los dones de Dios, los aprovecharíamos mucho más. El mundo está hambriento de justicia, de paz y de amor. Frente a gobiernos que abusan de su pueblo, que hacen trampas para mantenerse en el poder, aunque la gente por su ineptitud pasa necesidades; frente a la violencia y guerras fratricidas que causan muertes y mucho dolor; frente a tanto desamor, familias rotas, hijos desorientados; frente al desprecio a las leyes de Dios, las burlas y ataques descarados a Dios y a los creyentes en tantas partes del mundo, Dios sigue ofreciéndose como alimento para restablecer nuestro orden interior, sanar las relaciones interpersonales, purificar la ética personal y colectiva y edificar la civilización del amor.
Muchos de los problemas que vivimos son consecuencia de la indiferencia y la falta de comunión espiritual con la sabiduría que viene de Dios, por no estar abiertos al Espíritu Santo. El orgullo, la soberbia, la autosuficiencia son nuestros peores enemigos. Nos hacen privar de los dones maravillosos de Dios.
Pensamos a veces que nos bastamos a nosotros mismos para nuestra redención. No caemos en cuenta de lo pequeños, egoístas, volubles y débiles que podemos ser. Requerimos de humildad para abrirnos a recibir a Dios y así seremos mucho más felices, íntegros y solidarios.
En las lecturas de hoy* continuamos meditando sobre el pan de vida: Jesucristo, quien nos ofrece su Palabra como fuente de sabiduría y la Santa Eucaristía, en la que nos entrega su propio cuerpo, alma y divinidad para alimentarnos y darnos la vida eterna.
Dice el libro de los Proverbios: “Venid a comer de mi pan, a beber el vino que he mezclado; dejad la inexperiencia y viviréis, seguid el camino de la inteligencia”. Dice Jesús: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.
Les recomiendo un gran libro de Scott Hahn: “La cuarta copa”. Él era un ministro presbiteriano y se convirtió al catolicismo cuando comprendió la riqueza y coherencia entre la historia sagrada y la Eucaristía como se vive en la iglesia católica y por la manera cómo desde la Iglesia se defiende valientemente la vida desde el vientre materno.
El libro profundiza sobre las palabras de Jesús en la cruz: “todo está consumado” y nos ayuda a entender el lenguaje expresado en cada detalle de la última cena, su crucifixión y muerte y luego en su resurrección, para darle vida al mundo gracias a su infinito amor.
“Gustad y ved qué bueno es el Señor”, nos recuerda el Salmo. Abiertos al Espíritu santo, aprovechemos más sus dones y comprobaremos sus maravillas.
*Prov 9, 1-6; Sal. 33, 2-3. 10-11. 12-13. 14-15; Ef 5, 15-20; Jn 6, 51-58