El corazón en la Biblia es el lugar más íntimo de la persona, el centro de su personalidad donde se integran la razón, la afectividad y la voluntad. En el corazón se ponderan los acontecimientos y se toman las decisiones importantes y se asumen los compromisos.

Este fin de semana honramos de manera especial los corazones de Jesús y de María. En esos corazones descubrimos y conocemos a Dios en su esencia y en su obra. Lo que Él es, en Jesús, y lo que hace cuando un corazón, como el de María, está dispuesto a seguirle y a vivir conforme a su Santa Voluntad, con un corazón dócil, a su servicio, lleno de la gracia de Dios.

Dios dio a conocer la nobleza de su corazón, su misericordia, su infinito amor, su mansedumbre, su humildad, a través de la vida, enseñanzas y entrega en la cruz de su Hijo Jesucristo para salvar a la humanidad y con su resurrección, llevarla con Él a disfrutar de la gloria eterna.

La santidad a la que nos llama Dios ocurre en el corazón de la persona. Dice el Señor en Ezequiel: “Os daré un corazón nuevo y pondré en vuestro interior un espíritu nuevo. Arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne”. Requerimos de la transformación permanente del corazón y podemos pedirla: “Jesús manso y humilde de corazón haz mi corazón semejante al tuyo.”

El problema nuestro que es que no bebemos de la fuente de la salvación que mana del corazón de Jesús a través de los sacramentos que nos hacen partícipes de la vida sobrenatural de Cristo y nos llevan a vivir de manera especial los acontecimientos de la vida como medios para llegar a su plena presencia en el cielo.

Nuestro corazón a veces se conforma con los bienes terrenales, o se deja tentar por los males, y no aprovecha las delicias y la felicidad con las que puede llenarnos el corazón para empezar a experimentar pedazos de cielo que ofrece Dios cuando reconocemos su Amor por nosotros en cada detalle de nuestra vida en el que nos abrimos a Él y a su gracia.

Cuando adoramos el corazón de Jesús, le expresamos nuestra plena confianza en su voluntad; cuando veneramos el corazón de María le pedimos que una sus oraciones a las nuestras para que nos enseñe a vivir las enseñanzas de Jesús y a ser dóciles a su voluntad.

Dios nos ama con infinito amor y lo manifiesta con ternura buscándonos en las circunstancias cotidianas, en las personas con las que nos cruzamos, en los sacramentos de la Iglesia, en la comunidad, para darnos su mayor tesoro, su Espíritu Santo, para que viva en nuestros corazones y vaya esculpiéndonos de acuerdo con el corazón de su Hijo, como hizo con María.

¡Sagrado corazón de Jesús, en ti confío! ¡Dulce corazón de María intercede por nosotros para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de Nuestro Señor Jesucristo!

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