Para contribuir con un mundo mejor necesitamos inspirarnos por el amor a desarrollar nuestra mejor versión, al servicio de los demás; así, además de la felicidad que produce la realización personal la conjugamos con el gozo del apoyo mutuo, la unidad y complementariedad entre todos. Cuando lo logramos, nos sentimos fecundos individualmente y en equipo con los demás.

Esto se manifiesta en los diferentes ámbitos: primero trabajando la unidad interior entre lo físico, mental, socioemocional y espiritual, todo confluyendo mediante las virtudes a la plenitud del ser. En la familia, se fortalece el vínculo de unión promoviendo el desarrollo y cuidado de cada uno en armonía con las metas comunes, madurando las relaciones y profundizando la comunión de amor entre sus miembros. En la empresa u organización se logra el bien de todos los involucrados: clientes, proveedores, colaboradores, accionistas y comunidad, cuando la gente trabaja con amor y entusiasmo desarrollando sus dones y talentos, contribuyendo con el propósito común, sincronizando los diferentes equipos, permitiendo que los procesos fluyan con sinergia y aportando excelentes productos y/o servicios a la sociedad.

Así también cuando se trabaja en las comunidades desde el bien y el amor, se logran grandes avances en los barrios, ciudades, países y en el mundo.

¿Cómo crecer en comunión de Amor? Buscando la fuente: el amor a Dios sobre todas las cosas y de ese amor derivar el amor a los demás. Dios es la comunidad de Amor perfecta. Dios es la Santísima Trinidad: Padre- Hijo y Espíritu Santo. Sólo en comunión con Él, logramos la felicidad, la bienaventuranza, la plenitud, el Bien mayor.

A veces no es tan sencillo, porque la vida está llena de paradojas como nos enseña Jesucristo. Vamos a encontrar contradicciones y desafíos internos y externos, requerimos de pequeños y grandes sacrificios por amor, para que, sin temor, con plena confianza en nuestro Dios, seamos capaces desde nuestra libertad, entregarnos y servir a su voluntad divina. Requerimos no ser ruedas sueltas, sino que, integrados a la comunión con Él y los demás en su Iglesia, participemos activamente y trabajemos en la construcción de un mundo mejor.

Con Él como Padre, socio, amigo, hermano, aceptado desde la profundidad del corazón con amor, unidos a la cruz de Cristo y guiados por el Espíritu Santo, todo confluye al bien y fructifica; así sea que a la persona le corresponda entregar su vida en el martirio, o la entregue en el día a día de su vida, viviremos también el gozo, la paz, el amor en medio de todas las realidades que enfrentemos y seremos útiles para su plan de salvación.

 “Oh Trinidad, a quien adoro, ayúdanos a vivir en tu plenitud de comunión de Amor”.

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