Vivimos tiempos difíciles, ataques a países de manera despiadada, guerras declaradas, terremotos, asesinatos, negocios sucios, desgobierno, personas en puestos de autoridad con penosos comportamientos, muchas familias destruidas: estas situaciones y muchas más, pueden ponernos pesimistas al ver tanto dolor en el mundo. Para rematar, el mal con sus agendas queriendo adoctrinar a la sociedad empezando por los pequeños, con propuestas degradantes contra la dignidad de la persona humana y de la familia y queriendo eliminar a Dios de las diferentes realidades.
La Palabra de Dios* siempre nos da una óptica de esperanza: Hoy el Profeta Isaías en medio de realidades muy duras de su época, nos anima a disfrutar de la alegría de la salvación que Dios nos ofrece, Él aniquila el poder de la muerte para siempre. Esto se cumple con Jesucristo y se actualiza en la vida de nosotros, cuando aceptamos la vida de gracia que nos ofrece.
En medio de las situaciones, si amamos a Dios, moriremos algún día a esta vida, pero Jesucristo nos resucitará: “El Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros y alejará de la tierra entera la humillación de su pueblo…Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara: celebremos y festejemos su salvación”.
El evangelio nos dice que el Señor está invitándonos a la cena de la boda de su Hijo, algunos no aceptan la invitación y Él abre las puertas a todos, buenos y malos, quien recibe su gracia se convierte al bien, resucita en vida terrena y para la eterna, sin embargo, el que encuentra la muerte sin la gracia de Dios, irá a la condenación eterna por su propia decisión. La vida eterna se empieza a disfrutar desde la Eucaristía: “quien come mi carne y bebe mi sangre, vivirá para siempre” y se va expresando en las diferentes esferas de la vida cotidiana.
El salmo nos dice: “Habitaré en la casa del Señor por años sin término”. Esa es la fuente mayor de esperanza que nos anima a seguir el camino de la santidad, permitiendo que el Señor edifique nuestras almas, nos vaya sanando y con el poder de Cristo en nosotros, vayamos transformando las realidades internas y sociales, como nos dice San Pablo “así estemos viviendo en la pobreza o la abundancia, en el ayuno o la saciedad, todo lo podemos en Aquel que nos da su fuerza”.
El cristiano está llamado a vivir en clave de esperanza y confianza en Dios; solo Él tiene el poder para derrotar el mal y tiene palabras de vida eterna; quien vive en Él y para Él, aun en medio de las dificultades, experimenta paz, consuelo, gozo, alegría, paciencia, confianza, longanimidad, para continuar con ánimo orando y trabajando por la construcción del mundo de justicia, paz y amor.
*Is 25, 6-10ª; Sal 23; Fil 4, 12-14.19-20; Mt 22, 1-14