“Amemos al Señor, nuestro Dios; amemos a su iglesia. A Él como un Padre; a ella como una madre”. San Agustín

En la vida requerimos de instituciones que nos ayuden a defender nuestros derechos y deberes, a encauzar apropiadamente las actuaciones personales y sociales. Las más importantes son la familia y la iglesia, ambas de orden natural y sobrenatural.

Si la familia asume bien sus funciones, ofrece protección, cuidado, amor, guía y transmisión de valores para ir edificando nuestras vidas en las distintas dimensiones y relaciones con los demás. 

La iglesia es creada por Dios para hacernos participar de su vida divina. Él convoca a sus hijos a reunirse como su pueblo santo para ser guiado por su Palabra, acompañado con su amor, nutrido de la gracia de los sacramentos. Dios es el Padre, su Hijo Jesucristo nuestro hermano, y en Él, las demás personas, y el Espíritu Santo, el lazo de amor, luz y guía para acoger lo divino, para vencer el pecado y la muerte y generar bien, libertad, paz, gozo y vida eterna. Él, distribuye sus dones y renueva los corazones, despertando la conciencia y generando conversión personal y comunitaria. La Iglesia es la madre, protege, cuida e irradia los dones de Dios para que sus hijos seamos templos del Espíritu Santo. 

La iglesia es el cuerpo místico de Jesucristo. Tiene a la vez elementos humanos y divinos. La Iglesia es de Dios y acoge a todos, invitando a conformar la vida de acuerdo a Cristo para que seamos felices en esta vida y herederos de la eterna. Amémosla y seamos piedras vivas, activas, viviendo las bienaventuranzas del Reino y cumpliendo la misión que Jesús nos asigna: “Haced discípulos míos en todos los pueblos”.  

La Iglesia es universal; acoge a quien quiera pertenecer y desee bautizarse para gozar de los bienes que Jesucristo ganó para nosotros con su vida, enseñanzas, pasión, muerte y resurrección. Cristo se identifica con su iglesia y con cada persona necesitada. Cuando San Pablo la perseguía le preguntó: ¿Por qué me persigues?

A veces podemos pertenecer a la Iglesia de nombre y no conocemos ni aprovechamos los tesoros que ofrece. Benedicto XVI en su libro ¿Qué es el cristianismo? escribió: “Seremos heraldos creíbles de Jesucristo cuando verdaderamente lo hayamos encontrado en lo más profundo de nuestra existencia, cuando, a través del encuentro con Él, se nos haya dado la gran experiencia de la verdad, del amor y de la alegría”. 

Las lecturas de hoy* muestran cómo Dios en su iglesia nos ha mostrado su misericordia, nos ha perdonado y nos anima a la santidad; nos enseña a amar a todos incluso a los enemigos, ofreciéndoles perdón, buenas acciones, amor y oración, para que experimenten a través nuestro el amor de Dios. 

*Lev 19,1-2.17-18; Sal 102; Cor 3,16-23; Mt 5, 38-48

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