En medio de las situaciones que se están presentando en muchos lugares del mundo de persecución, ataques, menosprecio de las personas creyentes, sacerdotes, obispos, comunidades misioneras, lugares y elementos sagrados, la Palabra de Dios nos da sus luces para contrarrestarlas y defenderlas.
La comunidad creyente se está movilizando, promoviendo muchas campañas de oración y acción, siempre con las herramientas del evangelio la verdad, la paz, el respeto y el amor. Necesitamos despertar y unirnos a clamar el mayor don: el Espíritu Santo. Es una batalla espiritual, no solo de orden ideológico y político. Está en juego nuestra libertad, nuestro desarrollo, nuestra fe que es la mayor fuerza de esperanza que nos lleva a sacar lo mejor de cada uno por amor.
Dice el libro de la Sabiduría: ¿Qué hombre conocerá el designio de Dios?, …los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos, porque el cuerpo mortal oprime el alma y esta tienda terrena abruma la mente pensativa… ¿quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría y le envías tu santo espíritu desde lo alto? …Así se enderezaron las sendas de los terrestres, los hombres aprendieron lo que te agrada y se salvaron por la Sabiduría».
Lo más valioso que tenemos es ser hijos de Dios y cada símbolo o lugar sagrado inspira la alabanza, el encuentro con Él por la oración, la gratitud, la esperanza y el amor, y que el ser humano movido por Dios busque ser mejor.
Sigamos unidos a Él, porque con Él siempre venceremos. Decimos con el Salmo: “Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación.
Jesús nos dice que nuestro seguimiento implica entrega total, cargar con su cruz, incluso postergar a lo que consideremos más valioso, si se opone a la fe; Él es el mayor tesoro y no lo perdamos de nuestro corazón, familia y patria por nada del mundo.
Dice Guillermo Ricardo en su poesía: mi corazón, tu sagrario: “Podrán Señor sacarte de los aeropuertos, de las universidades y de colegios, de las oficinas del gobierno, de la constitución y de todo lugar terreno… más en mi corazón siempre serás primero… ¡nadie jamás podrá de él sacarte! Estás vivo en su sangre que, con la tuya en la cruz, por siempre compraste…latiendo contigo hasta cuando la muerte me lleve a vivir siempre contigo…Tú y yo, separados ni un segundo, Tú y yo en el cielo juntos, cuando me llames de este mundo a vivir en la plenitud del Reino tuyo”.
Defendamos como nunca nuestra fe, esperanza y amor, con estos dones podremos enfrentar con coraje y valentía las dificultades y persecuciones y saldremos victoriosos. ¡Viva Cristo Rey! ¡Con su Cruz de amor nos libera, redime, salva y protege!
*Sab (9,13-18); Sal 89; Flm (9b-10.12-17); Lc (14,25-33)