Frente a los desafíos de nuestros tiempos, requerimos mucha oración y trabajo para enfrentarlos con coraje, valentía, buscando siempre el mayor bien, lo mejor para nuestras vidas presentes y futuras y para eso requerimos de la fe y la esperanza.

Frente a quienes quieren desconocer los valores fundamentales de la civilización, respecto a la vida, al matrimonio, a la familia, a la justicia, al amor entendido desde Dios, necesitamos estar alertas para defender con entusiasmo los principios cristianos que protegen al ser, la libertad, la verdad y el bien de cada uno y de la comunidad.

Necesitamos reflexionar a conciencia sobre nuestra fe, esperanza y el sentido de nuestra vida. Revisar nuestros propios valores y creencias para buscar una vida coherente con ellos y fortalecerlos y defenderlos. Decía Dostoyevski: “cuando el hombre no se arrodilla ante Dios, se arrodilla ante otras cosas”.

Los que dicen ser ateos por lo general piensan que los creyentes somos ignorantes y nos fundamentamos en ilusiones. Sin embargo, no es así; Dios en la historia de la humanidad se ha comunicado con su pueblo y le ha ido expresando su identidad y su plan de salvación para los hombres, hasta llegar a Jesucristo, el rostro humano de Dios, la plenitud de la revelación de la identidad de Dios, en la Santísima Trinidad. Sin fe en Dios no comprendemos la grandeza de la dignidad del ser humano. Fuimos creados a su imagen y semejanza, para que participemos de su vida bienaventurada.

La fe y la esperanza son virtudes sobrenaturales necesarias para salvarse. Nos permiten pregustar el gozo del cielo. La fe y la ciencia no son contradictorias, se complementan, ambas proceden de Dios. Dice Jeremías:” Confía en Dios con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia; reconócele en todos tus caminos y Él enderezará tus sendas. No seas sabio a tus propios ojos”.

Nos dice San Pablo: “La fe es fundamento de lo que se espera, y garantía de lo que no se ve”. “Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. …mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios” … “Y así, de un hombre, marcado ya por la muerte, nacieron hijos numerosos, como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas”.

Vivamos con fe y esperanza trabajando por el Reino de Dios, con ánimo, coraje, valentía frente a las diferentes situaciones de la vida y poniendo nuestra confianza en Él, desapegándonos de los bienes terrenales, siendo solidarios con los demás y orando mucho para que todo se haga conforme a la voluntad de Dios que siempre será lo mejor para todos.

*Sab 18,6-9; Sal 32,1.12.18-19. 20.22; Hb 11,1-2.8-19; Lc 12,32-48

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