Dice San Agustín: “La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es un mendigo de Dios”; “La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él”.
Unidos a Jesucristo en la oración podemos transformar el mundo. La oración por excelencia es la Sagrada Eucaristía, nos unimos a Cristo para ofrecer al Padre, por medio del Espíritu Santo, acción de gracias, alabanza, petición de perdón, adoración, intercesión, escucha y meditación de la Palabra, comunión, para irradiar en el mundo el amor de Dios.
Las lecturas de hoy* tratan sobre la importancia de la oración para tener intimidad con Dios desde lo más profundo del corazón. La oración es comunión de amor con la Santísima Trinidad, en espíritu y en verdad.
En muchos pasajes vemos cómo Jesús ora antes de realizar cualquier misión, se encuentra con el Padre, en unión al Espíritu Santo, para meditar sobre su labor evangelizadora. Al regresar, los discípulos le piden que les enseñe a orar.
Él enseña el Padrenuestro, en el que resume los evangelios que nos llevan a amar a Dios sobre todas las cosas, como un hijo al mejor de los padres, reconociendo la santidad de su nombre, pidiendo que venga a nosotros su Reino, que trajo Jesús a nosotros, que su voluntad de bien y amor se cumpla en nosotros y en todas las realidades terrenas o celestiales. Le pedimos el pan cotidiano, físico y espiritual para nutrirnos apropiadamente, que nos perdone nuestros pecados, al tiempo que nos enseña y manda a perdonarnos unos a otros, le rogamos que nos dé la gracia para no caer en tentación y que nos libre del mal.
En la primera lectura, Abraham intercede por los hombres, movido por el mismo Espíritu Santo, gracias a su docilidad y obediencia. “La oración ferviente del justo tiene mucho poder”.
San Benito usa la expresión “Ora et Labora” para significar la importancia de orar para amar y comprender la voluntad de Dios y luego ponernos a trabajar para contribuir con la construcción del Reino: “Orad como si todo dependiese de Dios y trabajad como si todo dependiese de vosotros”. La oración estimula al ser humano a actuar con mayor entusiasmo, amor, dedicación y valentía.
La oración, nos dice el Catecismo, es una relación viva con el Padre infinitamente bueno. Dice Santa Teresa del Niño Jesús: «Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría; Según San Juan Damasceno: “La oración es la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de bienes convenientes”.
*Gn18,20-32; Sal 137,1-2a.2bc-3.6-7ab.7c-8; Col 2,12-14; Lc11,1-13