Dice San Agustín: “Ama, luego haz lo que quieras”. “Quien ama verdaderamente a Dios no hará nada que le desagrade y se esmerará por cumplir su voluntad”. “El amor es una perla preciosa que, si no se posee, de nada sirven el resto de las cosas, y si se posee, sobra todo lo demás”.

La calidad y excelencia de nuestra vida está en relación con el amor que albergamos en nuestro interior y que compartimos con los demás. Cuando el mundo se cierra a Dios, se le oscurece el alma, se le apaga el amor y vive en la injusticia, el egoísmo, la muerte, el mal.

El mayor regalo que nos ha hecho Dios es su Espíritu Santo de Amor. Todas las leyes, principios y valores fluyen del Amor y se realizan por Amor.

Jesús, es el rostro humano de Dios, nos vino a mostrar la inmensidad del Amor de Dios por nosotros. No se reservó nada, se entregó por entero para nuestra salvación. 

Todas nuestras vivencias se transforman en capital de gracia para bien de nuestras almas si lo unimos al amor de Dios, expresado en su Hijo Jesucristo; por el contrario, si nos cerramos al amor de Dios, podemos perdernos del verdadero sentido de la vida terrena y de los bienes eternos. Cada persona, familia, sociedad que abre el corazón al amor de Dios, es portadora de vida, paz, alegría, amor, transformación, porque se hace vehículo de la presencia del Espíritu Santo de Dios, que todo lo recrea y perfecciona en el Amor.

En las lecturas de hoy* seguimos viendo el coraje, la tenacidad y el entusiasmo con que la iglesia predica la Palabra después de la resurrección de Cristo y cómo se iba extendiendo la fe a los gentiles. Esa tarea continúa en pleno siglo XXI y seguirá hasta cuando se cumpla plenamente lo que expresa hoy San Juan en el Apocalipsis: “He aquí la morada de Dios entre los hombres, y morará entre ellos, y ellos serán su pueblo y Él con ellos, será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque lo primero ha desaparecido. Y dijo el que está sentado en el trono: Mira, hago nuevas todas las cosas”.

Jesús nos sigue expresando hoy su evangelio: “Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros”. “En esto conocerán todos que son discípulos míos: si se aman unos a otros”.

Cuánto necesitamos en este mundo cargado de injusticias, violencia, deshonestidad, que nos abramos a Dios para que seamos renovados y recreados por su Amor y defendamos con coraje la vida, la paz, la justicia, la verdad, la honestidad, el Amor. 

Jesús vive resucitado en medio de nosotros, lo encontramos en la Iglesia, en los Sacramentos, en quienes nos necesitan, en nuestro interior por la oración; busquémoslo y llenémonos de su Espíritu Santo de Amor, para amarnos más entre todos.

*Hch 14, 21b-27; Sal 144; Ap 21, 1-5ª; Jn 13, 31-33ª.34-35

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