En estos tiempos tan difíciles que vivimos, con países en guerra con el riesgo de escalar en una guerra mundial, empezamos esta semana la Cuaresma. Es un tiempo propicio para nuestra conversión y resurrección interior, unidos a Jesucristo, preparándonos a meditar su vida, pasión, muerte y resurrección en la que se expresa el amor infinito que nos tiene Dios. Él no quiere nuestra muerte, sino que tengamos vida eterna y se entregó totalmente en su Hijo, para que consigamos salvarnos, santificarnos por medio de su Espíritu Santo y logremos los bienes mayores de plenitud y felicidad junto al Padre celestial.

En su hermoso mensaje de Cuaresma, el papa Francisco nos anima a hacer el bien con la esperanza que todo bien trae frutos positivos, como dice San Pablo: “No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos” *.

También nos invita a no cansarnos de orar, de pedirle a Dios perdón y de perdonar a los demás, como Jesús nos enseñaba. Nos ayuda a ser conscientes que para salvarnos no nos bastamos a nosotros mismos. Requerimos siempre de la conversión que nos lleva a cambiar de mentalidad, para descubrir la belleza de dar en vez de poseer, de compartir en vez de acumular. Así, participamos de la magnanimidad de Dios, quien nos da todo gratuitamente.

El papa también nos anima al ayuno, a la confesión y a dar limosna con alegría, para vencer al mal en nuestras vidas. También a dejarse nutrir por la Palabra de Dios, porque nos ayuda a elevar la mirada, buscando el fruto para la vida eterna.  Jesús nos dice que busquemos nuestro tesoro en el cielo, entregando nuestra vida al servicio de los demás y usa la imagen de la semilla que al morir da fruto, para expresar la resurrección de su cuerpo. Al sembrar el bien, gozamos de la esperanza de participar de esa resurrección y cosechar los bienes eternos.

El evangelio de hoy* nos relata las tentaciones que el diablo le hace a Jesús en el desierto y son las mismas que nos hace a nosotros. Jesús nos da ejemplo para vencerlo desde la Palabra de Dios: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”, nos enseña a desapegarnos de los bienes terrenos y cumplir siempre la voluntad de Dios. Ante el poder y el éxito que ofrece el mundo, antepone siempre el amor a Dios: “Al Señor tu Dios adorarás y sólo a Él darás culto”. Poner nuestra absoluta confianza en Dios, sin estar pidiendo pruebas de su poder y amor: “No tentarás al Señor, tu Dios”.

Que sea una cuaresma especial, de oración, conversión y buenas obras. Si sembramos el bien cosecharemos grandes frutos eternos. Que la Virgen María, nos ayude a lograrlo.

*Ga 6,9-10ª; Lc 4,1-13

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