Este nuevo año que empieza nos anima a repensar nuestras vidas, a plantearnos nuevas metas, a fortalecer nuestros esfuerzos para conseguirlas. Es importante incluir todas las dimensiones humanas física, mental, espiritual y socioemocional. Lo espiritual al ser lo que trasciende, es lo que ordena todo lo demás y nos estimula a un crecimiento en nuestro carácter, afianzando los valores cristianos que cada vez nos identifica más como hijos amados de Dios.
Atrevámonos a soñar en grande, como decía San Josemaría Escrivá: “Soñad y os quedaréis cortos”. Revisemos primero los cambios que podemos hacer en nosotros mismos y luego en las realidades externas en las cuales podemos aportar, en la familia, trabajo y sociedad. Si trabajamos unidos a Jesucristo, siempre estaremos procurando actuar en el bien, la bondad, el amor, la justicia.
Tomemos más conciencia de todos los talentos, capacidades y dones de los que Dios nos dotó para hacerlos multiplicar para beneficio de todos.
Les comparto que yo sueño con ver transformada la educación en nuestro país. Que hagamos todos los esfuerzos necesarios para ofrecer educación integral de calidad que impulse a nuestros niños y así puedan desarrollarse y construir una sociedad con mayor equidad y mejores oportunidades para salir adelante. Desde la Fundación Geniales le apuntamos a ese propósito, pero se requiere del verdadero compromiso de toda la sociedad. Debe ser absolutamente prioritario si queremos que nuestro país cambie sus realidades para los que tienen mayores necesidades.
Si unimos nuestras oraciones y esfuerzos personales con este propósito, con la ayuda de Dios y nuestro trabajo, podemos lograrlo. Los invito a unirse a este sueño.
Hoy* concluimos el periodo navideño con el bautismo de Jesús en el río Jordán. Es un momento precioso porque Nuestro Señor inicia su vida pública de entrega para nuestra redención. Se manifiesta Dios en el esplendor de la Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, en esa unión de amor y de entrega que abre las posibilidades al ser humano para encontrar los caminos hacia la felicidad plena y eterna en Dios.
Después del bautismo de Jesús, de su vida, pasión, muerte y resurrección surgen los ríos de agua viva con el poder y el amor del Espíritu Santo para todos los que quieren aceptar la gran bendición de ser hijos de Dios mediante los sacramentos y vida coherente. Necesitamos actualizar nuestro bautismo permanentemente para vivir los anticipos de la gloria que nos espera.
Hagamos de este año, uno muy significativo para nuestro crecimiento. Que Dios pueda decirnos como a Jesús: “eres mi hijo amado, el predilecto” porque trabajamos con entrega y dedicación, unidos a Él, por la justicia, la paz y el amor.
*Is 42, 1-4.6-7; Sal 28; Hch 10, 34-38; Lc 3, 15-16.21-22