El mundo sufre porque no hay tiempo para los hijos, no hay tiempo para los esposos, no hay tiempo para disfrutar la compañía de otros. Santa Teresa de Calcuta.
Todavía en medio del gozo navideño, por el nacimiento de nuestro Dios en medio de nosotros, este domingo celebramos a la Sagrada Familia de Nazaret, ejemplo de cómo podemos vivir las familias para lograr la plenitud de la vida terrena y eterna.
Jesús, María y José, nos enseñan a vivir en el amor, la ayuda mutua, la comprensión, a centrar la vida en Dios, amarlo como lo más importante, cumplir nuestra misión y obedecer todos sus preceptos que buscan nuestra mayor felicidad y que logremos una vida de justicia, paz y amor.
Dios nos enseña en toda la Biblia lo importante que es la familia para la vida de la persona, para cada uno y para la sociedad. Dios es familia en la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. La unión nuestra con Dios, a través de Jesús, es también como miembros de una familia. Dios es nuestro Padre, hay una unión esponsal entre Jesús y su Iglesia y cada uno de sus miembros. Él, como el mejor hermano, entregó su vida para purificarnos y ayudarnos a participar de la gloria de Dios. Nuestra Madre es la Iglesia y su mejor hija María Santísima y el Espíritu Santo es el lazo de amor que nos une entre todos.
Nos dicen las lecturas de hoy* que es muy importante honrar y obedecer a los padres y cuidarlos en la vejez con paciencia, eso agrada a Dios, expía los pecados y mejora la eficacia de la oración.
El Salmo nos dice que son dichosos quienes viven el don del temor de Dios, que es un deseo fuerte de agradarle, de ponerlo por encima de todo, de acoger su voluntad como lo más valioso, de obediencia a sus mandamientos y como respuesta, obtendremos muchas bendiciones personales, familiares y sociales.
San Pablo hace énfasis en las virtudes de: la compasión, la bondad, la humildad, la mansedumbre, la paciencia, sobrellevarse mutuamente, perdonarse y tener al Amor como vínculo de unidad perfecta. Ser agradecidos con Dios, orar, cantar, hacerlo todo por amor a Dios. Que el amor sea permanente entre los esposos y con los hijos.
El evangelio nos relata cuando Jesús de 12 años se quedó en medio de los doctores de la ley, analizando con ellos las enseñanzas de las Sagradas Escrituras, “y todos los que lo oían se quedaban asombrados de su talento y las respuestas que daba”. Enseñó que primero hay que atender las cosas del Padre y luego también sujetarse a su familia “mientras crecía en sabiduría, estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres”.
Múltiples enseñanzas para nuestras familias que ´podemos resumir en darle siempre el primer lugar a Dios y formar familias unidas en su amor.
*Ecl 3, 2-6.12-14; Sal 127; Col 3, 12-21; Lc 2, 41-52