Todos queremos ser felices, ese deseo de felicidad está inscrito en lo más profundo de nuestro ser. Las lecturas de hoy* nos recuerdan que Jesucristo vino a traernos la verdadera felicidad que está relacionada con la plenitud del amor de Dios en nuestros corazones, con la santidad, con la gracia, con la libertad interior que surge del perdón y redención de nuestros pecados, con la acción del Espíritu Santo en nuestra alma.
“El Señor tu Dios está en medio de ti, valiente y salvador; se alegra y goza contigo, te renueva con su amor…”. Estos tiempos tan difíciles que vivimos en medio de pandemia, problemas sociales, políticos, económicos, no tienen la última palabra. La última palabra es Jesucristo, quien venció la muerte, el pecado y todo mal y acogiéndolo en nuestras vidas, podemos experimentar confianza, gratitud, júbilo, podemos sacar el temor y llenarnos de valentía para con la ayuda de la gracia, ir enfrentando los desafíos de la vida en comunión con Él.
San Pablo nos dice: “Alégrense siempre en el Señor”. Dios está con nosotros, busquémoslo en la oración, comuniquémonos con Él y su paz custodia nuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús.
En el evangelio San Juan Bautista nos dice que Jesucristo nos bautiza con el Espíritu Santo y con fuego, así nos llena con todos los dones del amor de Dios.
Hoy 12 de diciembre recordamos con gran alegría la manifestación de la Virgen de Guadalupe. Ella como madre también nos acompaña y siempre nos recuerda que hagamos lo que Jesús nos dice, que busquemos la conversión y nos acerquemos a Él con confianza, esperanza y alegría.
Alegría, regocijo, gozo trae María en cada lugar del mundo en el que se manifiesta, porque siempre nos está recordando el gran amor que nos tiene Dios y que quiere que todos los hombres se salven y logren la plenitud en sus vidas.
Aprovechemos estos tiempos hermosos para llenarnos de la presencia de Dios. Para verlo en cada circunstancia de nuestra vida, las difíciles vividas con Él nos hacen crecer como personas y las positivas con Él se gozan más profundamente.
Gracias Dios por permitir que tu Hijo nos rescatara del pecado, nos expresara con cada acto de su vida tu infinito amor y misericordia, nos trajera la libertad, la felicidad, el gozo, la alegría de sabernos tus hijos amados y por darnos una madre que se empeña en expresarnos de miles de maneras y en el mundo entero que no desperdiciemos las infinitas bendiciones que trae una vida unida a ti, a pesar de que cause incomprensiones por quienes no te conocen. Gracias por tu Iglesia porque con los Sacramentos nos está actualizando tu presencia y tu acción sobre nosotros. Expreso con gran júbilo: ¡GRACIAS!
*So 3, 14-18ª; Is 12; Flp 4, 4-7; Lc3, 10-18