Hoy iniciamos la hermosa temporada de Adviento, que nos prepara para la Navidad, para recibir con gozo la llegada de Jesús a nuestras vidas; es un tiempo de espera activa, confiada y alegre.
Jesús es descrito desde las profecías* como el que trae la justicia y el derecho a la tierra. Acerquémonos más a Él, haciéndolo el rey de nuestras vidas y así todas las circunstancias serán provechosas para nuestro crecimiento personal y comunitario porque las viviríamos desde su amor.
Con el Salmo le pedimos a Dios que nos enseñe sus caminos, que seamos humildes y sepamos caminar con lealtad y misericordia guardando su alianza y los mandamientos.
San Pablo nos recuerda que Dios nos envía el Espíritu Santo de Dios, para que nos llene con su amor y nos podamos amar más unos a otros. Es la fuerza del amor la que nos puede ir modelando y santificando para presentarnos irreprochables ante nuestro Padre. Es tiempo para pedir perdón por nuestros pecados y buscar siempre rectificar y corregir.
En el evangelio, Jesús nos prepara para su segunda venida, pero no para asustarnos, sino para que sepamos ver los signos de los tiempos y podamos identificar todo lo que sucede a nuestro alrededor y nos preparemos para recibirlo con mayor esmero en cada momento de nuestra vida y así nos mantenemos preparados para partir de esta vida o para recibirlo por su regreso glorioso del cielo.
Jesús nos pide que nos alejemos de los vicios, la bebida y los agobios de la vida para que no ocupen nuestra mente, sino que estemos despiertos y preparándonos siempre con fe, esperanza y confianza en Dios.
Si analizamos la historia humana, Dios se ha manifestado siempre, lo hizo plenamente al encarnarse en Jesucristo y se sigue manifestando de múltiples maneras siempre haciendo el bien, curando heridas, sanando enfermos, guiando las mentes, iluminando el camino, perdonándonos nuestros pecados y entregándonos su amor y misericordia.
Dios nos ha enviado a María a muchos rincones del mundo siempre con un mensaje de esperanza, paz y amor, pidiéndonos confianza en Dios y que nos preparemos con oración constante, ayunos, confesión.
Preparemos esta navidad desde el corazón, que cada arbolito nos represente la fecundad del árbol de la cruz, que ilumina al mundo, lo llena de luz, esperanza, alegría; que cada pesebre nos recuerde que todo un Dios escogió hacerse hombre y nació en la humildad de un pesebre para enseñarnos a no poner nuestras seguridades en las comodidades y lujos; que cada regalo que ofrezcamos lo hagamos con amor, como si fuera para el propio Jesús. Que tengamos una fecunda preparación, confiada y alegre, en este Adviento.
*Jer 33, 14-16; Sal 24; Tes 3, 12-4; Lc 21, 25-28.34-36