El corazón es el centro del ser humano de donde surgen las intenciones, las decisiones, los afectos, los principios y los valores, donde se medita lo trascendental y nos impulsamos para actuar. En medio de las circunstancias que nos rodean, nos hacemos más conscientes que nos toca reparar nuestro corazón, el de los demás y el de Jesús. 

Dios se hizo hombre en Cristo Jesús para repararnos nuestro corazón, entregándonos el suyo. Herimos su corazón cuando no aprovechamos para nuestro bien, para nuestra redención, todas las gracias obtenidas por su vida, su entrega en la cruz y su resurrección. Él nos repara a cada uno con su amor y perdón: “Me amó y se entregó por mí”. *Lo reparamos a Él cuando aceptamos sus dones y cuando reparamos con su amor el corazón de los demás.

Descuidamos nuestro corazón cuando vemos, escuchamos, pensamos, sentimos, decidimos y actuamos cosas que nos alejan de Dios porque quedamos a expensas de nuestras propias inclinaciones. Nos dice Jesucristo: «De dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las malas intenciones, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, violencia, envidia, difamación, orgullo, frivolidad» *. 

Jesús nos sana el corazón, cuando nos abrirnos al Espíritu Santo, escuchamos o leemos su Palabra, actuamos en sintonía con sus mandamientos y nos nutrimos con sus sacramentos. Él llena el corazón de amor, paz, bondad, buenas intenciones, fidelidad, templanza, serenidad, paz, alegría, humildad, profundidad, trascendencia. 

Esta semana recordamos y veneramos de manera especial a los Sagrados Corazones de Jesús y de María. El corazón de Jesús, divino y humano a la vez, expresión de su amor infinito; el de María, el de la mayor perfección humana porque estuvo lleno de la gracia de Dios.

Jesús fue traspasado con una lanza en el corazón y salió sangre y agua, de donde brotan todos los sacramentos. El corazón de Jesús se sigue derramando en gracia, en amor, en misericordia, buscando almas que se dejen redimir. María participó de manera activa de todos los misterios de Cristo como su primera discípula y misionera: “Ella conservaba y meditaba todo en su corazón” *. Su corazón fue traspasado también cuando su hijo entregó su vida en la cruz.

Todos somos pecadores y necesitamos reparar nuestros corazones con al amor de Dios; El corazón de Jesús nos cura la soberbia, dureza, rencor, odio y cualquier otro pecado. El papa Francisco nos insiste en la importancia de la oración y nos invita a que le pidamos a Jesús que haga nuestro corazón semejante al suyo: dulce, misericordioso, lleno de bondad, amor y paz. Reparemos siempre el corazón con el amor infinito de Dios.  

*Gal 3, 20; Mc 7,21-21; Mt 15,19-20; Jn 19, 31-37; Lc 2, 16-21

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