Hoy día de la ascensión del Señor* clamamos al cielo que venga el Espíritu Santo, no pretendiendo que Dios resuelva nuestros problemas, sino que abra nuestros corazones para convertirnos y dejarnos iluminar por su luz, guía, verdad y, con su gracia, unidos a los demás, enfrentemos los desafíos con entusiasmo de la mejor forma posible, siempre buscando el bien común y la salvación de las almas, utilizando como instrumento el Amor, como lo hizo Jesús.
Jesús es nuestra meta. Que su Espíritu viva en nosotros. Él, después de mostrarse resucitado durante 40 días a sus discípulos y a muchos otros testigos, fue elevado al cielo a compartir la gloria con el Padre y anuncia que nos conviene su partida, porque nos envía al Espíritu Santo, para permanecer en medio de nosotros. Él cumple su promesa: “yo estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos”, enviándonos al Espíritu Santo para que ilumine nuestras conciencias, pensamientos, intenciones, decisiones y acciones, y así podamos actuar conforme a sus enseñanzas, con esperanza, valentía, confianza y seguridad.
En Cartagena recibimos el próximo domingo de Pentecostés al nuevo arzobispo Monseñor Francisco Javier Múnera Correa, con mucha gratitud por el magnífico trabajo pastoral realizado por el arzobispo Monseñor Jorge Enrique Jiménez Carvajal. Que el nuevo arzobispo, quien ha dado gran ejemplo de trabajo misionero, nos encuentre abiertos al Espíritu Santo, bien dispuestos a trabajar por la salvación de las almas, los valores del Reino de los cielos y seamos una comunidad de creyentes que aportamos lo mejor de nosotros mismos para construir mejores realidades para todos.
Somos fieles con esperanza, el Espíritu Santo todo lo hace nuevo. Dejémonos cambiar interiormente. Preparemos nuestro corazón. Participemos de la comunión con nuestra madre la Iglesia, que es la barca segura que, con la Sagrada Eucaristía, una vida de gracia, la intercesión de la Virgen María nos ayuda a pregustar los bienes del cielo, nos conduce a Dios y nos ayuda en las batallas espirituales que estamos enfrentando día a día y que se ven reflejadas en tantas realidades dolorosas que tienen su origen en el pecado, en las injusticias, en nuestro mal.
Estar abiertos al Espíritu Santo lo único que requiere es docilidad, renunciar a la soberbia de creer que no necesitamos a Dios. Preparemos el corazón, clamemos desde el fondo del alma toda la semana: “Ven Espíritu Santo, ven dulce huésped del alma, fuente del mayor consuelo, riega la tierra en sequía, da al esfuerzo su mérito …ven Espíritu Santo, ven”.
*Hch 1, 1-11; Sal 46; Ef 1, 17-23; Mt 28, 20b; Mc 16, 15-20