Para recordar siempre
Antes de planear este año, quise hacer balance de los principales aprendizajes del año anterior, lo que siempre quiero recordar:
Reforzamos la certeza sobre la interrelación entre todas las personas y que somos vulnerables y estamos de paso por este mundo. Comprendimos la importancia de integrar la vida cotidiana y la vida centrada en Dios. Todo hacerlo por amor a Él, como fuente de inspiración. Con Él como centro de nuestras vidas todo adquiere sentido, hasta el dolor, hasta las situaciones difíciles, hasta la partida de este mundo, porque aprendemos a verlo no como un final sino como un paso a una vida aún mejor; también valoramos más cada minuto de vida como tiempo para trabajar llenos de amor, entusiasmo, alegría y determinación, poniendo nuestro mejor empeño en el crecimiento y en el servicio.
El foco en esta vida está en el dar y servir, más que en el recibir; no apegarnos a nada; estar siempre atentos en la tarea de crecer en virtudes, para servir mejor. Aprendimos a estar con la lámpara de la conciencia encendida, siempre alertas y preparados para revisarnos y corregir, confesarnos y alimentarnos con el Pan de vida: la Palabra de Dios y la Eucaristía.
Ahora valoramos y agradecemos más el trabajo de los que están en primera línea de servicio arriesgando sus propias vidas para servir en la sociedad: sacerdotes, médicos, enfermeras, voluntarios, personal sanitario y de servicio, educadores, los supermercados, los campesinos, empresarios, trabajadores y tantos, que han vivido esta pandemia ofreciendo sus servicios a los demás.
Vimos también cómo las dificultades hacen brotar la creatividad y despiertan corazones generosos, que se conmueven ante el dolor y problemas de los demás y mueven cielo y tierra para entregarse, donar, generar campañas y trabajos, que contribuyan a los menos favorecidos. Otros, en cambio, desafortunadamente, siguieron con sus campañas en contra de la vida aprobando el aborto, la eutanasia y agendas contrarias al desarrollo humano hacia Dios. Dios los ilumine y perdone por crímenes tan atroces que tanto mal generan a los implicados y a la humanidad.
Miremos el año 2021 con esperanza, continuando nuestro camino de crecimiento en el amor. El papa Francisco nos anima a vivirlo de manera fraterna, de la mano de San José y de la Sagrada Familia, siempre haciendo la voluntad de Dios, orando y trabajando por ser mejores, construyendo un mundo más solidario y justo.
En las lecturas de hoy recordamos que Jesús asumió nuestros pecados desde su bautismo y Dios Padre nos hace sus hijos al acoger la redención que nos regala Jesús, nos llena del Espíritu Santo y nos dice a cada uno de nosotros: “Tú eres mi hijo amado, mi predilecto”.
Is 42, 1-4.6-7; Sal 28; Hch 10, 34-38; Mc 1, 7-11