Hoy es un día grandioso, celebramos la venida del Espíritu Santo. Si reconociéramos la maravilla de este regalo, le abriríamos de par en par nuestro corazón. Es el más grande don que nos prometió Jesús, que su Espíritu permanecería con nosotros hasta el final de los tiempos.
Gracias al Espíritu Santo, se puede vivir el bien, el amor, la fortaleza, la paz, la unidad, la sabiduría, muchos otros dones y frutos, que permiten vivir las enseñanzas de Jesús y experimentar los mismos sentimientos, carismas, pensamientos que Jesús expresó en su vida sobre la tierra.
Queremos resolver muchas cosas, todos aspiramos a trabajar unidos por los objetivos comunes después de esta pandemia; si no le abrimos la mente y el corazón al Espíritu Santo, nos encontramos con nuestras propias limitaciones: egoísmos, prepotencias, deseos de ser reconocidos, de tener la última palabra, de que nuestro criterio prevalezca por encima del de los demás, en fin, muchos problemas que impiden el trabajo alineado a una misión compartida, que busque el bien común que aproveche los talentos y aportes de todos y nos entusiasme con la tarea hermosa que tenemos por delante.
Si nos reconocemos hermanos, hijos de un mismo Padre, hermanos en Jesucristo y motivados por el Espíritu Santo a sacar lo mejor de nosotros mismos por el bien de cada uno y de todos en general, transformaríamos nuestras realidades personales, familiares y comunitarias hasta tal punto que se daría como fruto una sociedad justa, desarrollada, en paz, en armonía con las leyes divinas y entre nosotros.
Ven Espíritu Santo, Ven. Llena nuestros corazones, transfórmanos en instrumentos de tu amor, de tu paz, de tu solidaridad, de tu diligencia, de tu coraje. Cartagena te necesita, el mundo te necesita, todos y cada uno te necesitamos.
Que se dé una gran conversión, como aquel día en Pentecostés. Los discípulos asustados, temerosos orando alrededor de María Santísima, vivieron la lluvia de fuego del Espíritu Santo en sus corazones, que los llenaba de valentía, coraje, amor, solidaridad, capacidad de hablar en diferentes lenguas para dar a conocer el mensaje valioso de Jesucristo Resucitado, lo único que vence al mal, al egoísmo y a la dureza de corazón que nos enfrenta a unos y otros.
Ese día se dio la conversión de 3,000 personas, Pedro les hablaba con toda claridad sobre lo que había sucedido con Jesucristo y esas personas acogieron al Espíritu Santo en sus vidas, transformándolas totalmente*.
Nosotros somos bautizados en ese Santo Espíritu, aprovechémoslo, lo tenemos en el corazón, oigámoslo, atendamos a sus inspiraciones, dejémonos amar por Él para que podamos amarnos unos a otros como Jesucristo nos enseñó.
*Hch 2, 1-47