Nos preparamos en este tiempo de Adviento para recibir al niño Dios y queremos que no le suceda lo mismo que en Belén, donde no encontró posada, sino que halle abierto nuestro corazón para recibirlo con alegría, acogerlo, consentirlo, admirarlo y amarlo como lo hicieron María y José.
En medio de todas las circunstancias que vivimos, nuestra Iglesia nos invita a la esperanza y a la paz, a acordarnos que tenemos a “Dios con nosotros”, vivo y cercano. Próximos a su cumpleaños, pensando en sus regalos recordamos sus palabras: “todo lo que hiciste con el más pequeño, conmigo lo hiciste” *, entonces pensamos en los valiosos regalos de las obras de misericordia corporales y espirituales que, realizadas con amor en su nombre, nos invitan a ser activos y solidarios con los necesitados de ayuda espiritual, moral, emocional, mental y física.
Dar también implica saber recibir de quien nos ama. Acoger de Jesús su mayor regalo: el Espíritu Santo, aprender en su Palabra las lecciones de vida, recibir su paz y amor para irradiarlos; demostrarle con nuestra vida, que valió la pena su venida a compartir nuestra humanidad con la entrega generosa en la cruz, porque le permitimos salvar nuestras almas con nuestra confesión arrepentida y nos animamos a trabajar en su equipo de discípulos y misioneros para mostrarle a quienes no lo conocen, su verdadero rostro de perdón y misericordia.
En las lecturas de hoy* dice que es tiempo para estar preparados para la llegada de Jesucristo. Esta se puede dar de diferentes formas, cuando lo recibimos con amor y le permitimos nuestra conversión, o cuando nos toque el turno del paso a la vida eterna, o cuando llegue en su segunda venida, al final de los tiempos.
Es tiempo de conquistar la verdadera paz que nace del corazón y los valores que se cultivan con buenos hábitos. Isaías nos dice que el Mesías con su luz nos cambia las armas por arados y hoces. San Pablo nos invita también a dejar las acciones tenebrosas y vestirnos con la armadura de la luz, que actuemos con decencia evitando las malas conductas, los banquetes, borracheras, lujurias, libertinaje, envidias y peleas y por el contrario nos revistamos con Jesucristo para actuar conforme a lo que él nos enseña.
Que cada luz represente las luces de esperanza que Jesús vino a traer al mundo, que cada arbolito nos recuerde que nos vino a traer vida en abundancia y que la entregó en el árbol de la cruz, que cada pesebre nos invite a llevar vidas más sencillas y austeras, donde se disfrute de lo simple, lo cotidiano, el calor del hogar, el juego de los niños, el compartir de amigos saludablemente, el trabajo realizado con amor, la belleza de la naturaleza, el servicio social.
*Mt 25, 40; Is 2, 1-5; Sal121; Rom 13, 11-14; Mt 24, 37-44