Después de los desmanes, destrozos y violencia en diferentes lugares de nuestra querida Latinoamérica, es importante que estemos alertas y preparados para el paro programado para el 21 de noviembre para proteger la integridad de las personas e impedir actos delictivos, avisando a las autoridades todo lo que ayude a preservar a las personas y a los bienes. Nuestra tarea es la de construir una mejor sociedad, no la de destruir lo que se ha logrado con tanto esfuerzo.
Dios nos anima a confiar en Él, en su misericordia, en su perdón, en su amor y nos invita a dejarnos guiar por sus leyes eternas para conquistar lo mejor para nuestras vidas y para la sociedad. Él es la fuente de todo bien, de toda virtud, de nuestra salvación.
La confianza en Dios es activa, no pasiva. Es decir, sabemos que tenemos un Padre que nos ama y por tanto le correspondemos con amor, nos llenamos de su presencia y le ofrecemos nuestra vida a su servicio trabajando bajo su guía y la orientación de su Iglesia, por un mundo de justicia, paz y amor.
Oremos y ofrezcamos sacrificios por todos para que comprendamos que las verdaderas transformaciones sociales solo se logran con las leyes del amor y del servicio que nos enseñó nuestro Maestro, que son beneficiosas para esta vida y para la eterna.
En las lecturas de hoy*, el Señor nos muestra que el camino en este mundo es difícil, que tenemos que enfrentar fuerzas que actúan contra sus leyes, algunas provienen de nuestro interior, otras del mundo y otras del demonio. Sin embargo, con Él en el corazón, siguiendo sus pasos plasmados en el evangelio, tendremos un final victorioso: “El Señor rige el orbe con justicia y los pueblos con rectitud”; “Para quienes honran mi nombre brillará mi justicia que les ha de traer la salud en sus rayos”.
San Pablo nos anima a trabajar para ganarnos el pan de cada día. La contribución que se realiza con el trabajo honesto y positivo nos ayuda a crecer como personas y a construir un mundo mejor. Necesitamos cultivar la generosidad para bien de la sociedad, ayudando en el desarrollo de los demás y emprendiendo proyectos que generen trabajo.
Jesús nos alerta que, en la tarea de hacerlo más presente en todos los espacios humanos, podemos sufrir persecuciones, pero nos dice que no nos preocupemos por nuestra defensa porque nos inspirará el Espíritu Santo: “Yo les daré palabras de sabiduría a los que no podrá resistir ningún adversario”.
En medio de las cosas que nos perturban en las circunstancias que vivimos, necesitamos continuar con esperanza, aportando lo mejor de nosotros mismos y alertas y despiertos, poner nuestra confianza en el resucitado. Oremos y trabajemos por un mundo mejor.
*Mal 3, 19-20ª; Sal 97; 2 Tes 3, 7-12; Lc 21,5-19