El evangelio hoy* nos hace reflexionar sobre la hermosa oración del Padre Nuestro que Jesús enseñó a sus discípulos, y hoy, a nosotros.  

Esta oración, nos ayuda a establecer una comunicación más positiva con Dios. Empezamos llamándolo Padre nuestro, es decir que, en torno a Él, todos somos hermanos, por lo tanto, miembros de una sola familia, la humanidad. Lo que perjudique a cualquier persona, no puede sernos indiferente y de alguna manera también nos toca a nosotros. Nuestra tarea es trabajar por el mayor bien común, siempre propiciar que todos estemos lo mejor posible. Al ser sus hijos, tenemos la absoluta confianza en su amor por nosotros. Con Dios, no cabe el individualismo, el egoísmo, sino por el contrario, la unidad, la generosidad, la solidaridad, el amor.

Que estás en el cielo… es decir que está por encima de todas las realidades humanas, que la vida necesitamos verla con sentido de trascendencia. Cada vez que nos convertimos de corazón a Él, participamos de ese cielo desde las realidades terrenas. 

Le hacemos 7 peticiones, 3 relacionadas con la gloria de Dios y las cuatro últimas, nos encaminan hacia Él. Expresamos que valoramos su Santidad, su Reino y su Voluntad. El Reino nos lo hizo conocer Jesucristo, participar de éste, es vivir con él, por el poder de su Espíritu Santo. En esta oración se le pide a Dios que queremos que su voluntad prevalezca tanto en la tierra como en el cielo. Es decir, que doblegamos nuestra voluntad a la de Él, porque sabemos que quiere y propicia nuestro mayor bien y felicidad, tanto en las situaciones de esta vida, como en la plenitud celestial. Y su voluntad, según nos la ha expresado en su Palabra, es que todos los hombres se salven y conozcan la verdad, que seamos sus hijos y participemos de todos sus bienes. 

Le pedimos también, el pan de cada día, pan material y espiritual, las necesidades temporales y el pan de su Palabra y de su Eucaristía. Además, imploramos su perdón y nos comprometemos a perdonar a los demás cuando nos ofendan, que nos ayude a tener sabiduría, fortaleza y templanza para no caer en las tentaciones y que nos libre del Mal. 

Esta bella oración es todo un manual de conducta, que nos sirve para, de la mano de Dios, hacer frente a cualquier situación que estemos viviendo, y así todo, sea medio de crecimiento hacia Él y para construir realidades y relaciones positivas. 

Vivir sin acoger la voluntad de Dios y su perdón, y sin perdonarnos mutuamente, genera la problemática que vemos en tantos ambientes, en los que prevalece la discordia, el vicio, la frustración. Por el contrario, hacer del Padre Nuestro una forma de vida con la ayuda de la gracia y el compromiso de sabernos hijos amados de Dios, nos ayuda a ser coherentes con el evangelio, a transformar positivamente nuestras realidades para vivir el cielo en esta vida y en la eterna. 

*Lc 11, 1-13; Mt 6, 9-13

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