Hoy celebramos  la Ascensión de Jesús y, antes de irse, nos promete el Espíritu Santo, para permanecer con nosotros hasta el final de los tiempos. Esto nos llena de esperanza. Meditemos si realmente tenemos esperanza de cielo, de que Jesús, por medio del Espíritu Santo nos lleva al Padre.

Dice el papa Francisco que en la Ascensión  está la promesa de nuestra participación en la plenitud de vida junto a Dios. Y esta es nuestra esperanza, es nuestra ancla, y nosotros estamos firmes en esta esperanza, si miramos al cielo.

Es increíble cómo ponemos a veces la esperanza en personas o cosas pasajeras  y se nos olvida poner la mirada y la confianza en el resucitado,  quien permanece vivo entre nosotros, renovándonos desde el fondo del corazón, dándole sentido a la existencia, amándonos  y enseñándonos a amar. Cuando viene una enfermedad, un problema, una injusticia, un dolor, se vive de manera muy diferente si tenemos la esperanza puesta en Dios, quien de toda situación puede derivar bienes. También cuando vivimos una experiencia positiva, es muy diferente si la vivimos reconociendo que todo bien procede de Dios, a si nos creemos que logramos las cosas solo por nuestro esfuerzo. Todo vivido con la esperanza en Dios, es fuente de crecimiento.

La vida adquiere sentido pleno si nos centramos en Dios. Nos preparamos para la gran fiesta de Pentecostés. El Espíritu Santo es el regalo más grande que existe. ¡Aprovechémoslo! Él es quien nos hace entender la lógica de Dios, nos guía, nos ilumina, nos da todos los dones que producen los frutos de  gozo, paz, paciencia, dominio de sí, bondad, amor y muchos más. 

Dios respeta nuestra libertad, no se impone. Podemos, si queremos, seguir concentrados en los miles de afanes, distracciones, preocupaciones, o por el contrario, podemos vivir en la presencia de Dios, sacando tiempo para llenarnos de Él y así, vivir las realidades terrenas con perspectiva de cielo. Le preguntan a un sacerdote, por qué si Dios está en todas partes, ¿para qué ir a la Iglesia?  Él contesta: “toda la atmósfera está llena de agua, pero cuando quieres beber, debes ir a la fuente o al manantial”.

Pidámosle a Dios que fortalezca en nosotros las virtudes de la fe, la esperanza y el amor. Confiemos en tantos discípulos y misioneros que fundamentados en la esperanza, han sido testigos y  han sido capaces de hasta dar la vida por la verdad de Jesús. 

Hoy se dirigen a nosotros*: “Mantengámonos inconmovibles en la profesión de nuestra esperanza, porque el que nos hizo las promesas es fiel a su palabra”. Permanezcamos como los discípulos, llenos de gozo, alabando a Dios en la Iglesia y en  el templo del corazón.

*Hch 1, 1-11; Sal 46; Heb 9, 24-28; 10, 19-23;Lc 24, 46-53

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *